“Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora. Y no solo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8:22, 23).
Pablo dice que la Creación gime como con dolores de parto, y que también gemimos nosotros y el Espíritu. El dolor durante el trabajo de parto es ocasionado por las contracciones de los músculos y la presión sobre el cuello uterino. Además, se puede sentir en el abdomen, las ingles y la espalda. La sensación de dolor puede variar de una mujer a otra, pero el dolor del parto es considerado, junto a otros, como de los más dolorosos, tales como migrañas, herpes zóster, cálculos renales y biliares, dolor de muelas, neuralgia del trigémino y quemaduras. En el caso del dolor producido por el parto, la alegría de la vida sobrepasa el sufrimiento.
Vivimos en un tiempo de malestar generalizado. La Creación entera, nosotros incluidos, clamamos y esperamos una intervención. Elena de White lo describe claramente en estas tres citas. “Las tormentas braman con destructiva violencia. El hombre, las bestias y las propiedades sufren daños. Debido a que el hombre sigue transgrediendo la Ley de Dios, él les retira su protección. El hambre, los maremotos y la pestilencia se suceden porque el hombre ha olvidado a su Creador. El pecado, la plaga del pecado, mutila y desfigura a nuestro mundo; y la Creación agonizante gime bajo la iniquidad de sus habitantes” (Elena de White en Europa, p. 208).
“En el mundo, todo es agitación. El Espíritu de Dios se está retirando de la Tierra, y una calamidad sigue a otra por tierra y mar. Hay tempestades, terremotos, incendios, inundaciones, homicidios de toda magnitud” (El Deseado de todas las gentes, p. 590).
“Satanás ve que su tiempo es corto. Ha puesto a todos sus agentes a trabajar a fin de que los hombres sean engañados, seducidos, ocupados y hechizados hasta que haya terminado el tiempo de gracia, y se haya cerrado para siempre la puerta de la misericordia” (ibíd.).
Mientras tanto, el Espíritu coloca a disposición todo su poder para que entendamos los tiempos en que vivimos, y actuemos con fidelidad, a fin de que los dolores de parto concluyan y alumbremos la vida eterna.
Cuando “la creación gime a una”, el corazón del Padre infinito gime porque se identifica con nosotros. Para destruir el pecado y sus consecuencias, dio a su Hijo amado y nos permite que, mediante la cooperación con él, terminemos con esta escena de miseria.