«Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre
de Jesucristo para perdón de sus pecados –les contestó Pedro–,
y recibirán el don del Espíritu Santo».
Hechos 2: 38, NVI
CRISTO PROMETIÓ el don del Espíritu Santo a su iglesia, y la promesa nos pertenece a nosotros tanto como a los primeros discípulos.- El Deseado de todas las gentes, cap. 73, p. 641.
La medida que recibamos del Espíritu Santo será proporcional a la medida de nuestro deseo y de nuestra fe, y del uso que haremos de la luz y el conocimiento que se nos ha dado.- Review and Herald, 5 de mayo de 1896.
Hay muchos que creen y profesan aferrarse a la promesa del Señor; hablan sobre Cristo y acerca del Espíritu Santo, y sin embargo no reciben beneficio alguno. No entregan su alma para que sea guiada y regida por los agentes divinos. No podemos emplear al Espíritu Santo. El Espíritu ha de emplearnos a nosotros. Por el Espíritu obra Dios en su pueblo «así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Fil. 2: 13). Pero muchos no quieren someterse a eso. Quieren manejarse a sí mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial.
Únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, que velan para tener su dirección y gracia, se da el Espíritu. El poder de Dios aguarda que ellos lo pidan y lo reciban. Esta bendición prometida, reclamada por la fe, trae todas las demás bendiciones en su estela. Se da según las riquezas de la gracia de Cristo, y él está listo para proporcionarla a toda alma según su capacidad para recibirla. – El Deseado de todas las gentes, cap. 73, pp. 641-642.
El Espíritu Santo imparte amor, gozo, paz, fortaleza y consuelo; es un manantial de agua que salta para vida eterna (ver Juan 4: 14). Y la bendición es gratuita.- Signs of the Times, 22 de agosto de 1892.
Devocional Vespertino Para 2021. «La Fe por la cual vivo» «LOS TRES DIGNATARIOS DEL CIELO» Por: Elena G. de White Colaboradores: Martha González & Joaquín Maldonado