Los jóvenes arguyen con frecuencia que necesitan algo para avivar y distraer la mente. La esperanza del cristiano es precisamente lo que se necesita. La religión resultará para el cristiano un consuelo, un guía seguro hacia la Fuente de la verdadera felicidad. Los jóvenes deberían estudiar la Palabra de Dios y entregarse a la meditación y a la oración. Hallarán que no pueden emplear mejor sus momentos libres. Los caminos de la sabiduría “son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz”. Proverbios 3:17.
Pablo, escribiendo a Tito, exhorta a los jóvenes a la sobriedad: “Exhorta también a los jóvenes a que sean sobrios: en todas las cosas mostrándote a ti mismo un dechado de buenas obras; en tu enseñanza manifestando incorrupción, sobriedad, discurso sano que no puede ser condenado: para que el que es de la parte contraria se avergüence, no teniendo ningún mal que decir contra vosotros”. Tito 2:6-8 (VM).
Ruego a los jóvenes, por amor a su propia alma, que presten atención a la exhortación del apóstol. Todas estas bondadosas instrucciones, amonestaciones y reprensiones serán un sabor de vida para vida o de muerte para muerte.
Los jóvenes están naturalmente inclinados a sentir que no se espera de ellos que lleven responsabilidades, cuidados o cargas. Pero sobre cada uno descansa la obligación de alcanzar la norma de la Biblia. La luz que brilla en forma de privilegios y oportunidades, en el ministerio de la palabra, en consejos, amonestaciones y reprensiones, perfeccionará el carácter o condenará a los indiferentes. Han de apreciar la luz tanto los jóvenes como los de edad madura. ¿Quién quiere ponerse ahora de parte de Dios decidido a que el servicio a Dios ocupe el primer lugar en su vida? ¿Quiénes quieren ser portadores de cargas?
“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud”. Eclesiastés 12:1. Jesús desea el servicio de los que tienen el rocío de la juventud. Quiere que sean herederos de la inmortalidad. Pueden llegar a ser hombres y mujeres nobles a pesar de la corrupción que abunda y mancilla a tantos de los jóvenes en temprana edad. Pueden ser libres en Cristo, hijos de la luz, no de las tinieblas.
Dios pide a cada joven y señorita que renuncie a todo hábito malo, que sea diligente en los negocios, ferviente en espíritu, sirviendo al Señor. No tienen por qué permanecer en la indolencia sin hacer ningún esfuerzo para vencer los malos hábitos o mejorar la conducta. El vigor del esfuerzo que hacen para obedecer los mandamientos de Dios será la prueba de la sinceridad de sus oraciones. A cada paso pueden renunciar a los malos hábitos y compañías, creyendo que el Señor, por el poder de su Espíritu, les dará fuerza para vencer.