«Puesto que todo va a ser destruido de esa manera, ¡con cuánta santidad y devoción deben vivir ustedes! Esperen la llegada del día de Dios, y hagan lo posible por apresurarla. Ese día los cielos serán destruidos por el fuego, y los elementos se derretirán entre las llamas; pero nosotros esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios ha prometido, en los cuales todo será justo y bueno. Por eso, queridos hermanos, mientras esperan estas cosas, hagan todo lo posible para que Dios los encuentre en paz, sin mancha ni culpa». 2 Pedro 3: 11-14, DHH
EN LA PUERTA DEL PARAÍSO, custodiada por querubines, se revelaba la gloria divina. Allí iban Adán y Eva y sus hijos a adorar a Dios. Allí renovaban sus votos de obediencia a aquella ley cuya transgresión los había arrojado del Edén. Cuando la ola de iniquidad cubrió al mundo, y la maldad de los seres humanos trajo su destrucción por medio del diluvio, la mano que había plantado el Edén lo quitó de la tierra. Pero en la restitución final, cuando haya «un cielo nuevo y una tierra nueva» (Apoc. 21: 1; Isa 66: 22), será restaurado y más gloriosamente embellecido que al principio. Entonces los que hayan guardado los mandamientos de Dios respirarán llenos de inmortal vigor bajo el árbol de la vida; y a través de las edades sin fin los habitantes de los mundos sin pecado contemplarán en aquel huerto de delicias un modelo de la perfecta obra de la creación de Dios, incólume de la maldición del pecado, una muestra de lo que toda la tierra habría llegado a ser si la humanidad hubiera cumplido el glorioso plan de Dios.— Patriarcas y profetas, cap. 3, p. 41.
Habrá allí música y cánticos tales que, salvo en las visiones de Dios, «ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente ha imaginado» (1 Cor. 2: 9, NTV). […]
En la tierra nueva se desarrollarán todas nuestras facultades y nuestros talentos se multiplicarán. Se impulsarán los más grandes proyectos, se lograrán las más elevadas aspiraciones y se harán realidad nuestros mayores anhelos.
Allí se nos presentarán nuevas alturas a las cuales llegar, nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que conocer, nuevos objetivos que estimularán las facultades del cuerpo, la mente y el espíritu. Todos los tesoros del universo serán abiertos al estudio de los hijos de Dios.— La educación, cap. 35, pp. 275-276.
Devocional Vespertino Para 2020. «Conocer al Dios Verdadero» «PARA FAMILIARIZARNOS CON LAS OBRAS DE DIOS» Por: Elena G. de White Colaboradores: Pilita Mariscal & Martha Gonzalez