«Ninguno de ellos podrá, en manera alguna, redimir al hermano ni pagar a Dios su rescate (pues la redención de su vida es de tan alto precio que no se logrará jamás)» (Salmos 49:7-8).
El 5 de agosto de 2010, un derrumbe en la mina San José dejó sepultados a treinta y tres mineros a unos 700 m de profundidad. El yacimiento, ubicado a 30 km al noroeste de la ciudad chilena de Copiapó, se desplomó, impidiendo todo tipo de comunicación. No obstante, un plan de rescate se inició inmediatamente para liberar a los soterrados de la manera más rápida y segura posible. A través de una sencilla sonda, diecisiete días después del incidente, se logró transmitir el precioso mensaje: «Estamos bien en el refugio los 33», llenando de esperanza a todo un país. Mayor fue la esperanza en el interior de la mina, cuando los mineros fueron informados del costoso rescate que se estaba planeando en su favor. El gobierno chileno anunció que no escatimaría gastos para rescatarlos, alcanzando el costo total de la operación los veintidós millones de dólares. Con una perforadora de roca que avanzaba 20 metros cada veinticuatro horas, se consiguió abrir una brecha de 70 cm de ancho a través de la cual, el 13 de octubre de 2010, setenta días después de la tragedia, se realizó el rescate. Un rescatista debió descender hasta las profundidades para hacer posible el salvamento. Más de mil millones de telespectadores fueron testigos de tan exitosa liberación.
¡Cuántas semejanzas tiene este rescate con el que Dios realizó en nuestro favor! Fue una tragedia que la raza humana quedara sepultada bajo el peso del pecado. Como consecuencia, la comunicación entre el cielo y la tierra quedó dificultada. Pero un plan inmediato de rescate se instauró para liberar a la raza caída. Primeramente, era necesario abrir un camino que restaurase la comunicación y por el cual fueran posteriormente liberados. No existía (y no existe aún respecto a la salvación) modo alguno de salvarse con los propios medios. ¿Te imaginas a los treinta y tres mineros esforzándose para llegar a la superficie? Sin la intervención externa, la empresa estaba destinada al fracaso. Ni siquiera hubiesen podido pagar de alguna manera la operación de rescate (porque el rescate de su vida fue de tan alto precio que no lo hubiesen logrado jamás).
Alabemos a Dios en este día, porque en Cristo, tenemos el camino abierto hasta el trono de Dios. Porque descendió al mundo para rescatarnos y finalmente corrió con todos los gastos de nuestra salvación.
No puedes salvarte por más que te esfuerces, pero puedes manifestar gratitud hacia quien, con bondad y misericordia, actuó prontamente en tu favor.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2020
«Buena Medicina es el Corazón Alegre»
Por: Julián Melgosa – Laura Fidanza.
Colaboradores: Ricardo Vela & Paty Solares