Una noche, el Señor le dijo a Pablo en una visión:
«No tengas miedo; sigue anunciando el mensaje y no calles». Hechos 18: 9.
El miedo, ese enemigo silencioso que no respeta a nadie; esa emoción humana de la que Dios desea librarnos a través de la confianza en él. Incluso las personas que nosotros percibimos como grandes valientes han sentido miedo alguna vez. Personas como, por ejemplo, el apóstol Pablo.
¿Quién iba a pensar que Pablo tuvo miedo, siendo que el Nuevo Testamento, lo proyecta como un hombre frontal y valiente? Sin duda fue esto, pero también en ocasiones sintió lo otro. Por ejemplo, en la experiencia que se narra en Hechos capítulo 18.
Pablo se había ido de Atenas, donde muy pocos habían aceptado a Jesucristo, y se había dirigido a Corinto, una ciudad próspera y poderosa. Allí, los judíos se le opusieron y lo insultaron (ver Hech. 18:6). «Una noche, el Señor le dijo a Pablo en una visión: «No tengas miedo; sigue anunciando el mensaje y no calles. Porque yo estoy contigo y nadie te puede tocar para hacerte daño»» (vers. 9-10). Según el Comentario bíblico adventista, donde nosotros leemos «no temas» el original dice: «»No temas más». Estas palabras implican que en ese momento Pablo experimentaba algún temor y depresión, y sentía muy pesada la carga de la tarea que estaba intentando hacer para su Señor. (… ) Sin duda, Pablo corría el peligro de sufrir daño físico. Él ya había visto cómo las palabras ofensivas de los judíos se transformaban en violencia física, y esto fácilmente podría volver a ocurrir. El Señor se dirigió tiernamente a Pablo con las palabras «no temas»» (t. 6, pp. 358-359).
Querida amiga, (estás experimentando algún temor y depresión en este momento? ¿Sientes demasiado pesada la carga? ¿Sufres peligro por causa de tus creencias y de mantenerte fiel a tu conciencia? El Señor, tiernamente, te dice:
«No temas». Y te lo recuerda insistentemente en la Biblia:
«No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa» (Isa. 41:10).
«Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino un espíritu de poder, de amor y de buen juicio» (2 Tim. 1: 7).
«El Señor está conmigo; no tengo miedo. ¿Qué me puede hacer el hombre?» (Sal. 118.6)
«El miedo a los hombres es una trampa, pero el que confía en el Señor estará protegido» (Prov. 29:25).