«Cuando ya se habían ido, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: ´Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo´». Mateo 2:13
Herodes era una persona absolutamente terrible. Quizá recuerdes a este hombre por la historia de la navidad. Cuando los sabios de Oriente llegaron a la tierra de los judíos y preguntaron por el profetizado nacimiento de un rey, Herodes actuó como si fuera desinteresado y servicial, solo para poder matar al recién nacido antes de que llegara a ser una amenaza para su propio poder.
El rey era simplemente perverso. Se casó con una princesa judía para aumentar su estatus entre su gente, y casi se olvidó de que ya estaba casado. Se deshizo de su antigua esposa e hijo desterrándolos a un país distante.
La nueva esposa de Herodes se perturbó cuando se enteró de que, cada vez que Herodes se iba en un viaje largo, daba instrucciones de que la mataran si algo le sucedía a él. Más tarde, Herodes se convenció de ella quería envenenarlo, así que mandó matarla.
En realidad, era completamente paranoico. Por temor a que sus hijos estuvieran demasiado ansiosos por ocupar su puesto de rey, hizo ejecutar a tres de ellos. Esto hizo que el jefe de Herodes, el mismo César Augusto que mandó a realizar el censo en Lucas 2, hiciera este comentario: «Preferiría ser el cerdo de Herodes que su hijo». Él sabía que, con las leyes judías que prohibían el consumo de carne de cerdo, ellos tendían una mayor chance de supervivencia en el palacio que su propia familia.
Herodes demostró ser un maníaco homicida cuando descubrió que los sabios del Oriente se habían ido de la ciudad sin decirle donde encontrar al Mesías. Para asegurarse de que el futuro del rey no se le escabullera de entre los dedos, dio órdenes de matar a todo niño menor de dos años en la zona de Belén.
Herodes era un hombre poderoso que podía hacer lo que quisiera. Pero Dios envió sueños a los sabios de Oriente y a José para obstaculizar los planes de Herodes. Cada vez que algún niño o adulto te trate mal, recuerda que mientras que ellos no tienen todo controlado, Dios sí. Y Él se asegurará de que al final tú ganes.