“El que peca contra mí, se daña a sí mismo; el que me aborrece, ama a la muerte” Proverbios 8:36
Pocas experiencias en la vida resultan tan impactantes como la fuerte necesidad de que alguien te salve la vida. Abraham fue un hombre que lo experimentó de una manera muy dramática. Después de haber vivido emocionantes aventuras al lado del Padre celestial -desde su partida de Ur hasta el milagroso nacimiento de Isaac-, un día Dios le pidió algo sumamente desconcertante: ofrecer a su hijo en sacrificio. La petición divina desgarró su corazón.
Había esperado muchos años para acariciar la suave piel de un bebé, y cuando el chico apenas entraba en la adolescencia, el Señor le anunciaba su muerte.
El viejo patriarca no entendió la orden divina, pero estuvo dispuesto a obedecerla. Durante tres días de camino pensó si Dios podría librar a su hijo. Isaac estaba emocionado de acompañar a su padre a celebrar un sacrificio al Señor. Abraham no había llevado un cordero para el holocausto; en esta ocasión, su propio hijo era la víctima que derramaría su sangre ante Dios.
La única manera de salvarlo era que el Señor proveyera un cordero para sustituir a Isaac como sacrificio. Tal vez Abraham nunca experimentó una necesidad tan apremiante de un Redentor. Cuando por fin llegó el momento de colocar a la víctima en el altar, el patriarca no dudó en tomar a su amado hijo para ofrecer al Señor.
Isaac comprendió la situación y aceptó el mandato divina. Entonces, el ángel del Señor detuvo la mano de un padre decidido a honrar la orden celestial, aun a pesar de su propio sufrimiento. Ahí mismo, Dios proveyó de un cordero para sustituir a Isaac como sacrificio (Génesis 22:8).
Mucha gente cree que puede prescindir de Dios en su vida. Incluso llega a fanfarronear de que no necesita de las bendiciones divinas para ser feliz. ¿Por qué lo hace? Porque el orgullo domina su conciencia.
Y es que experimentar una profunda necesidad de un Salvador en el arrogante corazón humano es un don de Dios. Sin lugar a dudas, es una de las grandes experiencias de la vida. Conlleva el reconocimiento de los errores personales y la aceptación de ser pecadores. En realidad, se trata de una de las grandes victorias espirituales en un individuo.
¿Percibes hoy la necesidad de un Salvador? ¿Eres consciente de que eres un pecador? ¿Te abruman tus instintos pecaminosos? ¡No estás lejos del reino de Dios! Sigue el ejemplo de Abraham: obedece al Señor por encima de cualquier circunstancia. Te aseguro que él proveerá salvación para ti este día.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Jóvenes 2020 «Una Nueva Versión de Ti» Por: Alejandro Medina Villarreal Colaboradores: Israel Esparza & Ulice Rodriguez