“LOS JUGUETES MÁS GENIALES NO TIENEN QUE COMPRARSE; PUEDEN CONSTRUIRSE. DE HECHO, A VECES LA ÚNICA MANERA DE QUE EXISTAN ES SI LOS HACES TÚ MISMO». ADAM SAVAGE
«Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: ‘Hay más dicha en dar que en recibir»‘ (Hech. 20:35).
Al acercarnos a la Navidad, es hora de pensar en el gozo de dar. Aunque si somos sinceros, lo único en lo que pensamos es en el gozo de que otras personas nos den regalos a nosotros, o en asegurarnos de hacer una lista para ayudarlas a saber qué juguetes prefabricados, de alta tecnología, queremos.
Pero hoy te planteo algo que puede ser divertido: piensa en cuán diferentes son tus juguetes de los que los niños tenían en otras épocas y en otros lugares. Hace unos cien años, un misionero llamado Samuel Konigmacher escribió sobre los juegos que usaban los niños en algunos lugares de África.
Las niñas ataban un choclo o una naranja a la espalda, y esa era su muñeca. Los niños cortaban un palo para hacer de arco y construían su cuerda enrollando una hoja fibrosa en sus piernas. Cierto tipo de pasto duro funcionaba muy bien como flecha. Giraban trompos, y jugaban a un juego similar a los bolos, en el que los equipos alineaban naranjas en dos lugares. Los jugadores hacían rodar naranjas para tratar de sacar de su lugar a las del equipo contrario. También les gustaba saltar a la soga usando enredaderas de batata.
Algunas de sus actividades eran tan peligrosas que tus padres nunca te dejarían hacerlas. Los muchachos de tu edad, o quizá más jóvenes, atrapaban leones y leopardos. Una manera de hacerlo era con una trampa, que no era más que un tronco pesado levantado por una ramita, con una soga atada a la ramita como gatillo. Ponían una carnada viva debajo del tronco y, cuando un felino entraba en la trampa, hacían caer el tronco sobre él. Por supuesto, tenían que estar muy cerca de los dientes y las garras del depredador para que la trampa funcionara.
Espero que consigas todos los juguetes asombrosos de tu lista de Navidad. Pero, si no es así, quizá tengas que inventar tu propia diversión. Debe de haber algún cajón de naranjas o una enredadera de batata por ahí. Y si compartes tus juguetes con alguien que no tiene ninguno, mejor que mejor. Kim