Cuando los razonamientos de la filosofía hayan desterrado el temor a los juicios de Dios; cuando los maestros de la religión nos hablen de largos siglos de paz y prosperidad, y el mundo se dedique por completo a sus negocios y placeres, a plantar y edificar, a fiestas y diversiones, y desechando las amonestaciones de Dios, se burle de sus mensajeros, “entonces vendrá sobre ellos destrucción de repente, […] y no escaparán”.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 94 (1890).
Venga cuando venga, el día de Dios caerá repentinamente sobre los impíos desprevenidos. El día menos pensado, en medio del curso rutinario de la vida, absortos los hombres en los placeres de la vida, en los negocios, en la caza al dinero, cuando los guías religiosos ensalcen el progreso y la ilustración del mundo, y los moradores de la tierra se dejen arrullar por una falsa seguridad—entonces, como ladrón que a media noche penetra en una morada sin custodia, así caerá la inesperada destrucción sobre los desprevenidos “y no escaparan”.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 42 (1911).