Dios invita a sus criaturas a apartar su atención de la perplejidad que los rodea, y a admirar las obras de sus manos. Mientras las estudiamos, los ángeles del cielo estarán a nuestro lado para iluminar nuestra mente, y protegerla contra los engaños de Satanás. Mientras miramos las cosas admirables que la mano de Dios ha hecho, sienta nuestro corazón orgulloso e insensato su dependencia e inferioridad. ¡Cuán terrible es no reconocer a Dios cuando debiera hacerse! ¡Cuán triste es humillarse cuando es demasiado tarde! (Consejos para los maestros, p. 441).
De la naturaleza obtenemos sólo una idea imperfecta de la grandeza y la majestad de Dios. Vemos la obra de su poder y de su sabiduría, pero él en sí mismo está más allá de nuestra comprensión. El océano, la catarata y la escarpada y alta montaña, revelan solo imperfectamente la obra de sus manos. Satanás ha introducido el caos y la deformidad en la creación del Señor. Se necesita algo más que la naturaleza para revelar el carácter del Padre…
En estos días se enseñan como verdad muchos engaños. Algunos de nuestros hermanos han enseñado opiniones que nosotros no podemos aprobar. Se están introduciendo ideas extravagantes, interpretaciones extrañas y forzadas de las Escrituras. Dichas enseñanzas pueden parecer solo pequeñeces ahora, pero crecerán y se convertirán en trampas para los [no] experimentados (Alza tus ojos, p. 314).
En la enseñanza en parábolas usada por el Salvador se halla una indicación de lo que constituye la verdadera «educación superior». Cristo podría haber abierto ante los hombres las más profundas verdades de la ciencia. Podría haber descubierto misterios cuya penetración habría requerido muchos siglos de fatiga y estudio. Podría haber hecho insinuaciones en los ramos científicos que habrían proporcionado alimento para el pensamiento y estímulo para la inventiva hasta el fin de los tiempos. Pero no lo hizo. No dijo nada para satisfacer la curiosidad o para gratificar las ambiciones de los hombres abriéndoles las puertas a las grandezas mundanas. En toda su enseñanza, Cristo puso la mente del hombre en contacto con la Mente infinita. No indujo a sus oyentes a estudiar las teorías de los hombres acerca de Dios, su Palabra o sus obras. Les enseñó a contemplarlo tal como se manifestaba en sus obras, en su Palabra y por sus providencias.
Cristo no trató de teorías abstractas, sino de aquello que es esencial para el desarrollo del carácter, aquello que aumenta la capacidad del hombre para conocer a Dios y amplía su eficiencia para lo bueno. Habló a los hombres de aquellas verdades que tienen que ver con la conducta de la vida y que abarcan la eternidad (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 12, 13).
[Pablo] buscó los resultados de su obra al concluir sus labores. De la gran asamblea que había escuchado sus elocuentes palabras, solo tres se habían convertido a la fe. Entonces él decidió que a partir de ese momento mantendría la sencillez del evangelio. Estaba convencido de que la sabiduría del mundo era impotente para conmover los corazones de los hombres, pero que el evangelio era el poder de Dios para salvación (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1062).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
4to. trimestre 2020 “COMO INTERPRETAR LA BIBLIA”
Lección 10: «LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA Y CIENTÍFICA»
Colaboradores: Rosalyn Angulo & Esther Jiménez A