Aprended la lección de abnegación y enseñadla a vuestros hijos. Se necesita ahora todo lo que se pueda ahorrar para la obra que ha de hacerse. Hay que aliviar al que sufre, vestir al desnudo, alimentar al hambriento; hay que hablar de la verdad para este tiempo a los que no la conocen…
Somos testigos de Cristo y no podemos permitir que los intereses mundanos absorban en tal forma nuestro tiempo y atención que no prestemos oído a las cosas que Dios ha declarado más importantes. Están en juego intereses más elevados. “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33). Cristo entregó todo a la obra que vino a hacer, y nos dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mateo 16:24). “Y seáis así mis discípulos” (Juan 15:8). Cristo se entregó voluntaria y alegremente para hacer la voluntad de Dios. Se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz; ¿hemos de sentir que es una molestia negarnos algo? ¿Nos rehusaremos a ser participantes de sus sufrimientos? Su muerte debería conmover cada fibra del ser, y disponernos a consagrar a su obra todo lo que tenemos y somos. Al pensar en lo que él ha hecho por nosotros, nuestros corazones debieran llenarse de amor.
Cuando los que conocen la verdad practiquen la abnegación ordenada en la Palabra de Dios, el mensaje avanzará con poder. El Señor oirá nuestras oraciones en favor de la conversión de las almas. El pueblo de Dios hará brillar su luz, y los incrédulos, al ver sus buenas obras, glorificarán a nuestro Padre celestial (Review and Herald, diciembre 1, 1910).