El evangelio es el poder de Dios para salvar. El concepto de «ser salvos» implica que hay un problema del cual necesitamos ser salvos. ¿De qué problema nos salva el evangelio? La respuesta de Pablo es: del santo juicio de Dios contra el pecado (ver Rom. 1: 16-18). Pablo se refiere a esto como la ira de Dios. En los tiempos más optimistas, muchos han dudado de la existencia de la ira de Dios, asumiendo que un Dios de amor no puede sentir ira. A la luz de los horrores del holocausto, el abuso infantil o de la constante oleada de sufrimiento causada por las acciones de la gente malvada, muchas personas están menos inclinadas a dudar de la posibilidad del juicio de Dios contra el mal. De hecho, consideran que un Dios que no se moleste por la maldad de este mundo no puede ser un Dios de amor.
Es importante entender que la ira de Dios no es como la nuestra. Nuestra ira hacia el pecado tiende a ser altamente selectiva. Algunos pecados nos indignan y otros los disfrutamos secretamente, pero la ira de Dios es contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos (ver Rom. 1: 18). A diferencia de nosotros, Dios no se parcializa con ningún pecado. El siente una santa oposición a todo lo que trae daño a su creación.
Pablo enseña que la ira de Dios no es directamente contra la gente, sino contra la injusticia y la impiedad. Las personas sufren el juicio de Dios contra el pecado cuando permanecen íntimamente unidas al pecado.
El apóstol también enseña que la ira de Dios es justa, pues nuestro pecado no se comete en la ignorancia. A través de la creación, claramente Dios nos ha mostrado que hay un magnífico Creador. Cuando elegimos adorar cualquier otra cosa (incluyéndonos a nosotros mismos) en lugar de adorarlo solo a él, voluntariamente estamos eligiendo la idolatría por encima de Dios, y no tenemos excusa (1: 19-20).
La idolatría es por definición autorreferencial. Cuando adoramos lo que hacemos, en efecto, estamos adorándonos a nosotros mismos. Esto es lo que Eva hizo. Estaba convencida de que el árbol era «deseable para alcanzar la sabiduría» (Gén. 3: 6). Eva pensó que podría ser como Dios (Gén. 3: 5). Intentó regocijarse, idolátricamente, en el lugar de Dios. Pablo da a entender que nosotros estamos cometiendo ese mismo error, como Eva, por medio de la idolatría, decimos que somos sabios y nos convertimos en necios (ver Rom. 1: 23).
Cuando nos adoramos a nosotros mismos al dar culto a las obras de nuestras propias manos, rechazamos la gracia de Dios que refrena nuestras vidas. En respuesta, Dios honra nuestra decisión y, en un acto de juicio, nos entrega a nuestro pecado (ver Rom. 1: 24, 26, 28). Por consiguiente, cuando imprudentemente las personas rechazan a Dios para buscar vidas de placer, experimentan la ira divina. Cuando se arrojan a una vida de inmoralidad sexual, violencia y conflicto, experimentan la vida sin Dios (ver Rom. 1: 29). Lo mismo se aplica a quienes son perversos, murmuradores y calumniadores (1: 29-30). Cuando no tenemos amor, no perdonamos y no somos misericordiosos; así, evidenciamos que estamos bajo la ira de Dios.
Esto nos trae de regreso a la buena noticia de la muerte y la resurrección de Jesús. Mediante la cruz Dios nos salva al entregarse a Si mismo en Cristo. Se sometió a su propio juicio, ocupó nuestro lugar en la cruz para que pudiéramos ser salvos.
Después que hayas repasado el pasaje bíblico de esta semana,
¿Qué te parece lo que has marcado o subrayado y relacionado?
¿Qué preguntas te surgen después de haber estudiado ese pasaje?
¿Cuáles son las partes del pasaje que te parecen más difíciles?
¿Qué otros principios y conclusiones puedes identificar en este texto bíblico?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2021.
1er trimestre 2021 “Carta a los ROMANOS”
Lección 1: «EL PODER DEL EVANGELIO«
Colaboradores: Israel Esparza & Misael Morillo