«La justicia de los rectos los pone a salvo, pero a los pecadores los atrapa su pecado» (Proverbios 11:6).
¿Te has preguntado cómo se extendió el cristianismo dentro del Imperio romano? Al principio, a través de los primeros discípulos y creyentes. Pero una vez que la iglesia creció y disminuyeron las persecuciones, el evangelio llegó a los lugares más remotos a través de dos medios: soldados y comerciantes cristianos. Aunque no lo creas, cuando hubo mejores circunstancias para la iglesia, la condición espiritual de la misma se vino abajo. Al fusionarse con el paganismo, la iglesia perdió el rumbo y se convirtió en todo un aparato de poder y política que heredó la estructura organizativa del Imperio romano y, a su caída, se convirtió en la nueva hegemonía de la época.
Lo interesante fue que los vientos de paganismo dentro de la iglesia no llegaron hasta los sitios más remotos donde había llegado el evangelio, como por ejemplo, Gran Bretaña y algunas regiones de África central. De acuerdo con Elena de White, «en todas las edades hubo testigos de Dios, hombres que conservaron su fe en Cristo como único mediador entre Dios y los hombres, que reconocían la Biblia como única regla de su vida y santificaban el verdadero día de reposo» (El conflicto de los siglos, p. 66). Estos hombres y mujeres seguían viviendo el cristianismo primitivo a pesar del paso de los años. En realidad, sabemos muy poco de estos fieles creyentes. ¿Qué desafíos tuvieron que enfrentar para mantenerse leales a la Palabra de Dios? ¿Cómo compartían con otros pueblos las Escrituras? No sabemos mucho, solo unas escasas referencias que nos llegan de algunos de sus detractores. Se trata de una historia que está escrita en el cielo, aunque ocupe un escaso espacio en las crónicas de la humanidad. Elena de White asegura que «nunca sabrá la posteridad cuánto debe el mundo a esos hombres» (ibídem). ¿Por qué? Porque el papado había decidido hacer desaparecer toda huella de oposición a sus doctrinas y decretos. Roma ordenó destruir cualquier escrito o persona opuesta a sus ideas. Además, se encargó de acabar con todo aquello que denunciase su intolerancia hacia sus opositores.
Los cristianos que apoyaban la Biblia y guardaban el sábado fueron borrados del mapa de parte de los emisarios de Roma. Su recuerdo pasó a la historia como fieles portaantorchas de la fe en un momento de gran apostasía dentro de la iglesia cristiana. Tal vez cuando estemos en el cielo conoceremos lo mucho que les debemos.
Decide llevar la verdad hoy dondequiera que vayas.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Jóvenes 2020 «Una Nueva Versión de Ti» Por: Alejandro Medina Villarreal Colaboradores: Israel Esparza & Ulice Rodriguez