Pablo tomó dos vasitos de cartón e hizo un pequeño agujero en el fondo de cada uno. Después, dispuso de seis metros de cordel, tomó una punta y lo pasó por cada agujero y amarró a cada punta un trozo de palillo para los dientes. Así el cordel no se escapaba. Le dio un vasito a su papá y ambos se alejaron hasta que el hilo quedó estirado. Cuando querían hablar, jugaban conversando en voz baja mientras ajustaban el vasito a la boca, o al oído cuando querían escuchar.
¿Y yo?
Para hablar con Dios también existe una línea directa. Es invisible, pero mucho más potente que un cordel.
Mi oración para hoy
Muchas gracias, Señor, porque escuchas Y respondes mis oraciones.