«Después de estudiar con cuidado todas las cosas, yo, el Predicador,
he llegado a esta conclusión: ¡Todavía no he encontrado
lo que busco! […] Lo que sí he llegado a entender
es que Dios nos hizo perfectos, pero nosotros
lo enredamos todo». Eclesiastés 7: 27-29, TLA
EL HOMBRE HABÍA DE LLEVAR la imagen de Dios, tanto en la semejanza exterior como en el carácter. Aunque únicamente Cristo es «la imagen misma» del Padre (Heb. 1: 3); nosotros hemos sido creados a semejanza de Dios. La naturaleza humana estaba en armonía con la voluntad de Dios, y su mente era capaz de comprender lo divino. Sus afectos eran puros, sus apetitos y pasiones estaban bajo el dominio de la razón. Era santo y se sentía feliz de llevar la imagen de Dios y de mantenerse en perfecta obediencia a la voluntad del Padre.
Cuando el hombre salió de las manos de su Creador, era de elevada estatura y perfecta simetría. Su semblante reflejaba la lozanía de la salud y brillaba con la luminosidad y la alegría de la vitalidad. La estatura de Adán era mucho mayor que la gente que puebla la tierra en la actualidad. Eva era de estatura algo menor que Adán; no obstante, su figura era noble y llena de belleza. La inmaculada pareja no llevaba vestiduras artificiales. Estaban rodeados de un halo de luz y gloria, como la que rodea a los ángeles. Mientras vivieron obedeciendo a Dios, este ropaje de luz continuó revistiéndolos. […]
Dios mismo dio a Adán una compañera. […] Eva fue creada de una costilla tomada del costado de Adán; este hecho significa que ella no debía dominarle como cabeza, ni tampoco debía ser humillada y hollada bajo sus pies como un ser inferior, sino que más bien debía estar a su lado como su igual, para ser amada y protegida por él—Patriarcas y profetas, cap. 2, pp. 24-25.
Si Adán y Eva hubieran permanecido fieles a la ley divina, su capacidad de saber gozar y amar habría ido progresando de manera continua. Constantemente habrían obtenido nuevos tesoros de sabiduría, descubriendo frescos manantiales de felicidad, y obteniendo un concepto cada vez más claro del inconmensurable e inagotable amor de Dios — Ibíd, p. 30.
Devocional Vespertino Para 2020. «Conocer al Dios Verdadero» «PARA FAMILIARIZARNOS CON LAS OBRAS DE DIOS» Por: Elena G. de White Colaboradores: Pilita Mariscal & Martha Gonzalez