El Señor da sabiduría a todos los que se dedican a su servicio. El tabernáculo que debía llevarse por el desierto, y el templo de Jerusalén, se construyeron de acuerdo con instrucciones especiales de Dios. Desde el mismo comienzo él fue minucioso en cuanto al diseño y la ejecución de su obra. En esta época del mundo Dios ha dado a su pueblo mucho conocimiento e instrucción acerca de la forma en que debe realizarse su obra: sobre una base elevada, refinada y ennoblecedora; y se desagrada con los que no cumplen con el plan divino en su servicio. Separará a esos hombres de su causa y probará a otros que, si son autosuficientes, a su vez serán reemplazados por otros obreros (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 1147).
Cristo fue un obrero fiel tanto en las cosas temporales como en las espirituales, y en toda su obra tenía la determinación de hacer la voluntad de su Padre. Los asuntos del cielo y de la tierra están más íntimamente relacionados y se hallan más directamente sometidos a la intervención de Cristo de lo que muchos se dan cuenta. Fue Cristo quien hizo el proyecto y el plano del primer tabernáculo terrenal. Él dio todas las indicaciones con respecto a la edificación del templo de Salomón. Aquel que en su vida terrenal trabajara como carpintero en la aldea de Nazaret, fue el Arquitecto celestial que trazó el plan del sagrado edificio en el cual había de honrarse su nombre.
Fue Cristo quien dio a los edificadores del tabernáculo sabiduría para ejecutar la mano de obra más hábil y hermosa. Él dijo: “Mira, yo he llamado por su nombre a Bezaleel, hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo he henchido de espíritu de Dios, en sabiduría, y en inteligencia, y en ciencia, y en todo artificio… Y he aquí que yo he puesto con él a Aholiab, hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan: y he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado”. Éxodo 31:2-6 (Palabras de vida del gran Maestro, p. 283).
El Señor dará entendimiento a todos los que se quieran relacionar plenamente con su obra. No tenemos que confiar solo en la sabiduría humana. En Dios hay sabiduría, y tenemos el privilegio de acudir a él para obtener consejo…
Todos somos miembros de la familia del Altísimo, y en mayor o menor medida tenemos talentos que él nos ha confiado, por cuyo empleo nos hace responsables. Ya sea que nuestros talentos sean grandes o pequeños, tenemos que emplearlos en el servicio del Señor, y debemos reconocer el derecho de los demás de emplear los talentos que se les han confiado.
Nunca debemos despreciar el más mínimo capital físico o intelectual. Algunos solo pueden negociar con pesos y centavos y, con la bendición de Dios y gracias a una labor diligente, esos humildes siervos pueden hacer inversiones con buen éxito, y obtener ganancias proporcionadas al capital que se les confió. Nadie debiera despreciar al humilde obrero que está ocupando su lugar, y que está llevando a cabo una obra que alguien debe hacer, por pequeña que esta parezca (Cada día con Dios, p. 343).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
4to. trimestre 2020 “COMO INTERPRETAR LA BIBLIA”
Lección 11: «EL CRISTIANO Y EL TRABAJO»
Colaboradores: Rosalyn Angulo & Esther Jiménez A