«Cuando se hace justicia, se alegra el justo y tiembla el malhechor» (Proverbios 21:15, CST).
Juan Calvino (1509-1564) era un joven estudiante muy capaz. Se estremecía al escuchar las nuevas ideas que llegaban del norte de Europa y consideraba que los herejes merecían ser exterminados. De vez en cuando discutía sobre temas religiosos con uno de sus primos que se había unido a los reformadores.
Las palabras de su pariente lo hicieron pensar durante un tiempo y se empezó a cuestionar su experiencia espiritual. Parecía que nada podía aliviar su pena.
Casualmente, un día presenció la brutal muerte de un fiel cristiano acusado de herejía en la hoguera. «Se llenó de admiración al ver la expresión de paz que se pintaba en el rostro del mártir. En medio de las torturas de una muerte espantosa, y bajo la terrible condenación de la iglesia, daba el mártir pruebas de una fe y de un valor que el joven estudiante comparaba con dolor con su propia desesperación y con las tinieblas en que vivía a pesar de su estricta obediencia a los mandamientos de la iglesia, Sabía que los herejes fundaban su fe en la biblia; por lo tanto se decidió a estudiarla para descubrir, si posible fuera, el secreto del gozo del mártir» (El conflicto de los siglos, p.234).
Fue así como Calvino encontró a Jesús en la Escrituras. «¡Oh! Padre -exclamó-, su sacrificio ha clamado tu ira; su sangre ha lavado mis manchas; su cruz ha llevado mi maldición; su muerte ha hecho expiación por mí, Habíamos inventado muchas locuras inútiles, pero tú has puesto delante de mí tu Palabra como una antorcha y has conmovido mi corazón para que tenga por abominables todos los méritos que no sean los de Jesús» (Ibídem).
No sabemos quién fue aquel mártir cuyo testimonio conmovió el corazón de Juan Calvino, quien llegaría a ser una pieza clave en el desarrollo de la Reforma protestante. Lo cierto es que su valor conmovió al joven universitario y lo condujo a las Escrituras,
No se necesita poseer un título o grado para tener influencia en la vida de las grandes personalidades, Un fiel testimonio sacude las conciencias de las mentes más brillantes. Y aunque nunca sepamos en este mundo el impacto de nuestra fidelidad en medio de duras pruebas, será en el reino de los cielos donde contemplaremos el alcance de nuestra lealtad al Dios del universo.
No olvides que este día habrá varios ojos contemplando tus acciones. No le falles al Señor. Tu buen testimonio puede trascender más de lo que te imaginas.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Jóvenes 2020 «Una Nueva Versión de Ti» Por: Alejandro Medina Villarreal Colaboradores: Israel Esparza & Ulice Rodriguez