El Espíritu codicioso y la ambición por ocupar puestos elevados y ganar grandes sueldos es corriente en el mundo. Rara vez se encuentra el antiguo espíritu de abnegación y sacrificio. Pero es éste el único espíritu que puede impulsar a un verdadero seguidor de Jesús. Nuestro divino Maestro nos ha dado ejemplo de cómo debemos trabajar. Y a aquellos a quienes ordenó: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”(Mateo 4:19), él no ofreció ninguna suma estipulada como recompensa por sus servicios. Ellos debían compartir con él su abnegación y sacrificio.
Los que dicen ser seguidores del Artífice Maestro y se ocupan en su servicio como colaboradores de Dios, han de aportar a su trabajo la exactitud y la habilidad, el tacto y la sabiduría que el Dios de perfección requería en la edificación del tabernáculo terrenal. Y ahora como en aquel tiempo y como en los días del ministerio terrenal de Cristo, la devoción a Dios y el espíritu de sacrificio deberían ser considerados como los principales requisitos de un servicio aceptable. Según el plan de Dios, no ha de entretejerse en su obra ni un hilo de egoísmo (Review and Herald, enero 4, 1906)