«A los que Dios destinó desde un principio, también los llamó; ya los que llamó, los hizo justos; y a los que hizo justos, les dio parte en su gloria» (Rom. 8:30).
Honduras estaba atravesando una grave crisis social en 2010, cuando se desató una epidemia de dengue. Los hospitales y centros de salud de todo el país estaban repletos de pacientes afectados, y el estrés por esta causa era generalizado. Fue precisamente en esa época, quizás la peor de todas, cuando una joven adventista hondureña decidió viajar desde los Estados Unidos para hablar con su papá. Sentía la fuerte convicción de que debía pedirle que se entregara al Señor y aceptara a Cristo por medio del bautismo. Cuando le dio ese mensaje a su padre, él fue muy claro:
-No quiero hacerlo. No le voy a entregar mi vida al Señor.
-El día en que yo muera, ese día, tú le entregarás tu vida al Señor -fue la respuesta automática de ella.
Y aquellas palabras quedaron profundamente clavadas en el corazón de un padre que, aunque no estaba listo para entregar su vida a Dios, amaba a su hija.
Pocos días después de hablar con su padre, la joven comenzó a sentirse mal y cayó enferma en la cama. Parecía obvio que tenía dengue, pero había que esperar para saber si era hemorrágico o no. Finalmente se confirmó la mala noticia: la picadura de un zancudo le había provocado dengue hemorrágico. Su futuro se desvanecía.
En su lecho de muerte, la joven le preguntó a su esposo si estaba preparado para encontrarse con Jesús, y lo instó a prepararse. Sin tiempo para nada más, la joven falleció. Su padre, inmediatamente, aceptó a Cristo y se entregó a él a través del bautismo, tal como su hija le había dicho. Él comenzó una nueva vida; ella, por su parte, concluyó esta vida física, pero le espera otra después. De momento, está durmiendo; pero el día de la resurrección se acerca.
Leemos en las Sagradas Escrituras: «El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; pero el que no quiere creer en el Hijo, no tendrá esa vida, sino que recibirá el terrible castigo de Dios» (Juan 3:36). «Les aseguro que quien presta atención a lo que yo digo y cree en el que me envió, tiene vida eterna; y no será condenado, pues ya ha pasado de la muerte a la vida» (Juan 5:24).