«Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada». Lucas 2:7
¿Te gustaría este año tener una Navidad digna de un libro de cuentos?
Como cualquiera que haya leído una buena historia de navidad, puedo decirte que los ingredientes más importantes para una celebración maravillosa y conmovedora son (1) la pobreza y (2) la enfermedad.
Las mejores historias de navidad comienzan con una familia tan pobre que tiene que hervir viejos envoltorios de chicles para hacer una sopa. La diligente madre teje medias para la familia con las hilachas de lana que recolecta de desconocidos amables. A la tardecita, el papá reúne a los niños alrededor de la tenue luz de su última vela, «Las cosas están bastantes complicadas en el negocio de reciclaje de hilo dental», dice. «Me temo de que no habrá regalos este años».
¿No te parece una historia espectacular? Probablemente, ya fuiste a buscar algunos pañuelos descartables.
Una vez visite una clase de estudio bíblico en la que cada uno compartió un recuerdo preferido de navidad. y ¿sabes qué? Las mejores historias estaban basadas en la pobreza.
Una mujer contó sobre una navidad en la que su esposo estaba estudiando en el Gl Bill (Escuela de Veteranos de la Segunda Guerra Mundial). Literalmente, no tenían ni un centavo de más, así que acordaron que no intercambiarían regalos. Sin embargo, el día de navidad su esposo la sorprendió con una tostadora eléctrica. ¿Dónde había conseguido el dinero? Luego de insistir mucho, ella logró que él admitiera que no había almorzado por una semana en el comedor de la Universidad para ahorrar el dinero para la tostadora.
Esa es la magia… no, espera. Magia es una palabra demasiado pagana. Ese es el misterio, la maravilla y la gracia de la navidad: que la pobreza salga bella. Que del clima frío salga la calidez familiar. Que de un establo salga un Rey.