«En Damasco vivía un creyente que se llamaba Ananías, a quien el Señor se le presentó en una visión y le dijo: «¡Ananías!». Él contestó: «Aquí estoy, Señor»»
(Hech. 9:10).
Eran las dos de la madrugada cuando sonó el teléfono de Julia. Su vecina parecía desesperada. Julia era una mujer cristiana de los pies a la cabeza; una persona de oración y de fe, cosa que era sabida por todos; por eso su vecina la llamaba a esas horas. Quería pedirle que orara por su hijo, al que acababan de diagnosticarle leucemia. Julia, sin mirar el reloj, se levantó de la cama y salió para allá. Cualquier cosa en la que pudiera ayudar a aquella angustiada madre sería del máximo valor. Una vez con ella, Julia oro e intercedió ante Dios por ella y por su hijo gravemente enfermo. La oración de Julia llevó paz a su vecina, lo cual le permitió quedarse dormida y descansar. «La oración eficaz del justo puede lograr mucho» (Sant. 5:16, LBLA).
La actitud de Julia fue similar a la que mostró un hombre cristiano llamado Ananías. Después de que Jesús se le apareciera a Saulo de Tarso en el camino de Damasco (ver Hech. 9:3-5), se le presentó también en visión a un hombre llamado Ananías. Con solo llamarlo, él respondió: «Aquí estoy, Señor» (vers. 10). Su disposición fue inmediata; y no eran meras palabras, era de corazón. Lo sabemos porque él había oído hablar de Saulo de Tarso, sabía que era un enemigo declarado de los seguidores de Jesús, que seguramente había llegado a Damasco para hacerles daño. A pesar de ello, creyó en el Señor y «Ananías fue a la casa donde estaba Saulo» (vers. 17). Por fe, por lealtad a Cristo, por obediencia al Señor, dijo «aquí estoy» y, efectivamente allí estaba.
Ananías abandonó todo lo que estaba haciendo, así como Julia abandonó su sueño nocturno, para ir allí donde el Señor los llamaba. Y ambos fueron de gran utilidad, de ayuda y consuelo para dos hijos de Dios que estaban sufriendo.
Cuando un hijo o una hija de Dios te busca a ti, ¿te encuentra? ¿Es tu respuesta «aquí estoy» sea cual sea la hora del día o el día de la semana, o sea quien sea la persona? Este es un aprendizaje que debemos adquirir: estar ahí para el otro, responder a la necesidad que tienen los hijos de Dios en todas partes, aportar un granito de arena allí donde el Señor requiera nuestra presencia.