Los ángeles andan alrededor de aquella morada. En ella se celebra una reunión de jóvenes; se oye el sonido de música instrumental y vocal. Hay cristianos allí reunidos, pero ¿qué es lo que se oye? Es un canto, una frívola cantinela, propia de un salón de baile. He aquí, los ángeles puros retraen su luz, y la oscuridad envuelve a los que están en la casa. Los ángeles se apartan de la escena. Sus rostros están tristes. He aquí que lloran. Vi repetirse esto varias veces en las filas de los observadores del sábado, y especialmente en———. La música ha ocupado las horas que debían ser dedicadas a la oración. La música es el ídolo adorado por muchos cristianos profesos observadores del sábado. Satanás no hace objeción a la música si puede hacer de ella el medio para tener acceso a la mente de los jóvenes.
Cualquier cosa que aparte la mente de Dios y ocupe el tiempo que debiera ser dedicado a su servicio, convendrá a su propósito. Para su trabajo utiliza los medios que ejerzan la más fuerte influencia para mantener al mayor número en una infatuación agradable, mientras son paralizados por su poder. La música es una bendición si se aprovecha bien, pero con frecuencia resulta uno de los más atrayentes instrumentos de Satanás para hacer caer a las almas. Cuando se abusa de ella, conduce a los que no son consagrados, al orgullo, a la vanidad y a la frivolidad. Cuando se permite que ocupe el lugar de la devoción y la oración, es una maldición terrible. Los jóvenes se reúnen para cantar, y, aunque son cristianos profesos, deshonran con frecuencia a Dios y su fe con su conversación frívola y la música que eligen. La música sagrada no es de su gusto. Mi atención fue dirigida a las sencillas enseñanzas de la Palabra de Dios que había sido pasada por alto. En el juicio, todas estas palabras inspiradas condenarán a los que no les prestaron atención.—Testimonios para la Iglesia 1:506.