«No puedo yo solo soportar a todo este pueblo: es una carga demasiado pesada para ml. Y si así vos a hacer tú conmigo, te ruego que me des muerte, si he hallado gracia a tus ojos, para que yo no vea mi mal» (Números ll: 1 4- 1 5).
Estas son las palabras de Moisés cuando el pueblo protestó por no tener los alimentos de uso común en Egipto: carne, pescado, pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos (vers. 4-5). Eran artículos imposibles de conseguir en el desierto. Por eso Dios enviaba el maná milagrosamente desde el cielo. Sin embargo, muchos israelitas acudieron a su líder para exigirle que les cambiara el régimen de alimentación. Estaban pidiendo lo imposible debido al tipo de alimentos, así como la cantidad de gente. Aunque no se nos dice la cantidad exacta de personas, sí podemos hacer una estimación. El censo de varones israelitas, mayores de veinte años, hecho poco después de la salida de Egipto arroja la cantidad de seiscientos tres mil quinientos cincuenta personas (Éxodo 38: 26; Números l: 46). Si cada hombre adulto representaba una familia de cuatro o cinco miembros, fácilmente se alcanza el total de dos millones y medio o tres millones de bocas que alimentar. Como es natural, la situación provoca en Moisés el desánimo y la desesperación suficientes como para pedir a Dios: «Te ruego que me des muerte>>. Los pensamientos, deseos y tentativas de muerte constituyen uno de los síntomas más graves de la depresión y Moisés debió sentir gran dolor en su alma para hacer tal petición.
Pero el Señor no dejó a Moisés en ese callejón sin salida. A pesar de su manifiesta falta de fe (véanse vers. 21-22), Dios presentó una solución. Era una vía muy dolorosa para los más rebeldes, pues hallaron la muerte como resultado de su rebelión. No es fácil comprender la consecuencia fatal, pero solo Dios sabe las razones últimas. Lo que sí está claro es que Dios tomó la carga de desesperación de Moisés y le ofreció una salida de la situación problemática.
Tal vez estés enfrentando problemas de gran magnitud, algo tan difícil como servir comida a la carta a dos o tres millones de personas en el desierto. Recuerda que para Dios no hay nada imposible y que sus promesas son seguras. No siempre resolverá la situación de la forma que tú esperas, pero sí promete que te aligerará la carga: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mateo I l: 28-29).
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2020
«Buena Medicina es el Corazón Alegre»
Por: Julián Melgosa – Laura Fidanza.
Colaboradores: Ricardo Vela & Paty Solares