El que recoge en el verano es hombre entendido; el que duerme en el tiempo de la siega es hijo que avergüenza. Proverbios 10:5, RV60.
Yousef Nadarkhani, un pastor protestante, fue condenado a muerte en Irán por el delito de haberse hecho cristiano habiendo nacido en una familia musulmana, Renunciar a la fe musulmana es considerado en su país como una apostasía, que constituye un delito punible con pena de muerte. De acuerdo con Amnistía Internacional y con los abogados de Yousef, el gobierno iraní le ofreció la libertad a cambio de renunciar al cristianismo y practicar de nuevo la religión musulmana, pero él no aceptó el acuerdo. Ha pasado temporadas en la cárcel acusado también de proselitismo (evangelizar a los musulmanes); y actualmente sigue en prisión desde julio de 2018.
En marzo del año 2005, alguien escribió en las paredes del Seminario Teológico Adventista de Belgrado, en Serbia, el siguiente mensaje: «Muerte a los adventistas». Serbia es Europa, no es Irán, ni Corea del Norte, ni Arabia Saudita; en Serbia hay libertad religiosa, al menos oficialmente, pero eso no garantiza que la gente vea bien a los grupos que predican el evangelio. Entre esos grupos estamos los adventistas.
De acuerdo con el Informe Mundial de Libertad Religiosa de 2004-2005, en 32 países del mundo no existe libertad religiosa, en 48 disfrutan de libertad con restricciones y en 124 está garantizada. Dicho informe documenta además que la libertad religiosa sigue siendo protegida en la mayoría de los países, aunque en algunos con ciertas restricciones. Pero la intolerancia religiosa no perdona. Si tú eres una de esas personas que sufren por causa de su fe, no te rindas; tal vez tú eres la voz de los que no tienen voz. Pero para quienes vivimos en un país donde la libertad religiosa está garantizada, ¿qué estamos haciendo con ese regalo que nos ha dado Dios?
«Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde», dice el refrán. Y es verdad. Muchas de nosotras, teniendo tanta libertad, no la aprovechamos. Si llega el temible momento en que tal vez la perdamos y ya no se pueda hablar de Cristo, entenderemos cabalmente la dimensión de la oportunidad que desperdiciamos,
Creo que necesitamos despertar, ser cristianas comprometidas que proclaman el mensaje de salvación ahora que se puede; ahora que aún hay tiempo y que gozamos de paz y libertad. Jesús dijo a sus discípulos: «Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos» (Mac. 9:37). Que podamos ser contadas entre esos pocos.