Los discípulos de Cristo han de ser la luz del mundo, pero Dios no les pide que hagan esfuerzo alguno para brillar. No aprueba los intentos llenos de satisfacción propia para ostentar una bondad superior. Desea que las almas sean impregnadas de los principios del cielo, pues entonces, al relacionarse con el mundo, manifestarán la luz que hay en ellos. Su inquebrantable fidelidad en cada acto de la vida será un medio de iluminación …
Al escoger a hombres y mujeres para su servicio, Dios no pregunta si tienen bienes terrenales, cultura o elocuencia. Su pregunta es: ¿Andan ellos en tal humildad que yo pueda enseñarles mi camino? ¿Puedo poner mis palabras en sus labios? ¿Me representarán a mí?
Dios puede emplear a cada cual en la medida en que pueda poner su Espíritu en el templo del alma. Aceptará la obra que refleje su imagen. Sus discípulos han de llevar, credenciales ante el mundo, las indelebles características de sus principios inmortales (El ministerio de curación, pp. 23-25).
Es imposible que el corazón en el cual Cristo mora esté desprovisto de amor Si amamos a Dios porque él nos amo primero, amaremos a todos aquellos por quienes Cristo murió. No podemos llegar a estar en contacto con la Divinidad sin estar en contacto con la humanidad, porque en Aquel que está sentado sobre el trono del universo, se combinan la divinidad y la humanidad. Relacionados con Cristo, estamos relacionados con nuestros semejantes por los áureos eslabones de la cadena del amor. Entonces la piedad y la compasión de Cristo se manifestarán en nuestra vida. No esperaremos que se nos traigan los menesterosos e infortunados. No necesitaremos que se nos suplique para sentir las desgracias ajenas. Será para nosotros tan natural ministrar a los menesterosos y dolientes como lo fue para Cristo andar haciendo bienes.
(Palabras de vida del gran Maestro, p. 317).
Cristo señaló la posición que su pueblo debe ocupar cuando dijo «Vosotros sois la luz del mundo». Mateo 5: 14. Los miembros de la iglesia han de irradiar una influencia que iluminará a otros. El Dador de la luz acomoda las lámparas de manera que todo en su casa (el mundo) pueda ser iluminado. Él tiene una reserva de luz inagotable, y ubica a quienes verdaderamente creen en él donde brillen más y más. Nuestra luz ha de incrementarse constantemente en resplandor, puesto que constantemente estamos recibiendo luz de la Fuente de toda luz. Al contemplar a Cristo seremos cambiados a su imagen, reflejando su luz al mundo.
Cada alma unida a Cristo llega a ser una luz en la casa de Dios.
Cada una ha de recibir e impartir, permitiendo que su luz resplandezca en rayos claros y brillantes. Dios nos hará responsables sí no permitimos que la luz brille sobre quienes están en tinieblas. Dios ha dado a cada miembro de su iglesia la tarea de alumbrar al mundo, y quienes hagan fielmente su parte en esta tarea, recibirán una reserva creciente de luz para impartir. Por su Espíritu el Señor moldeará y equipará al instrumento humano, avivando sus energías y dándole la luz· con la cual iluminará a otros (Reflejemos a Jesús, p. 189).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
4to. trimestre 2020 “COMO INTERPRETAR LA BIBLIA”
Lección 9: «LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN»
Colaboradores: Rosalyn Angulo & Esther Jiménez A