“LA OSCURIDAD NO PUEDE ACABAR CON LA OSCURIDAD, SOLO LA LUZ PUEDE HACERLO. EL ODIO NO PUEDE ACABAR CON EL ODIO, SOLO EL AMOR PUEDE HACERLO». MARTIN LUTHER KING
«El pueblo que habitaba en la oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en densas tinieblas la luz ha resplandecido» (Mat. 4:16)
La pandilla a la que pertenecía Jeff le había puesto el sobrenombre de Medianoche. Durante una de sus estadías en la cárcel, Medianoche llamó Bobby, su hermano predicador.
—¿Qué haces para entregarte a Dios? -le preguntó.
—Te enviaré capítulos de la Biblia para que leas —respondió Bobby.
Al recibir cada capítulo, Medianoche lo estudiaba con otros miembros de la pandilla.
—Ey, Medianoche, ¿vas a tener grupo de estudio hoy? —le preguntó un prisionero una mañana.
—No me llames Medianoche —respondió Jeff—. Le he entregado mi vida al Señor. No necesito un nombre pandillero.
Sin embargo, no era tan fácil Había una sola manera de dejar de ser miembro de la pandilla. Elegían a cinco de ellos para que golpearan a Jeff durante cinco minutos y, si sobrevivía, podía irse.
Jeff llamó a Bobby para contarle que le darían la paliza al día siguiente.
—Jeff, pueden matarte —respondió Bobby.
—Estoy dispuesto a morir por Dios —replicó Jeff.
A la hora acordada, se encontró con la pandilla. Tres hombres jóvenes se abalanzaron sobre él. Jeff se retorció y trató de esquivar los puños. Terminó la primera ronda y, a continuación, enviaron a otros dos miembros de la pandilla, bien musculosos, para continuar con una segunda ronda. Cada golpe era como si le pegaran con un ladrillo.
Al final de la golpiza, ensangrentado y con moretones, Jeff logró levantarse del suelo. Miró a quienes lo habían atacado y les dijo:
—Quiero que sepan que los he perdonado a cada uno de ustedes.
Jeff continuó los estudios bíblicos con otros prisioneros. En las dos semanas siguientes a su golpiza, otros 22 miembros de la pandilla decidieron dejarla y sufrieron la misma prueba para seguir a Jesús.
Ahora, Jeff ya salió de la cárcel. Pero mientras estuvo allí, recibió un nuevo sobrenombre. Un día, cuando salía al patio, los reclusos comenzaron a aplaudir y a cantar: «¡Hombre de Dios! ¡Hombre de Dios!». Medianoche había desaparecido. y ahora había un nuevo hombre que andaba en la luz. Kim