Las mentes juveniles no alcanzan su desarrollo más noble cuando descuidan la fuente más elevada de sabiduría: la Palabra de Dios. Que estamos en el mundo de Dios, en presencia del Creador; que somos hechos a su semejanza; que él vela sobre nosotros y nos ama y cuida; éstos son maravillosos temas de reflexión y conducen la mente a amplios y exaltados campos de meditación. El que abre la mente y el corazón a la contemplación de estos temas, no se quedará nunca satisfecho con asuntos triviales y sensacionales.
Es difícil estimar la importancia de procurar un conocimiento cabal de las Escrituras. “Inspirada divinamente”, capaz de hacernos sabios “para la salvación”, a fin de que el hombre de Dios sea “perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”(2 Timoteo 3:15-17), la Biblia exige nuestra atención más reverente. No debemos quedar satisfechos con un conocimiento superficial, sino procurar aprender el pleno significado de las palabras de verdad, beber profundamente del espíritu de los Santos Oráculos.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 107.