«Es repugnante que los reyes cometan el mal, porque el trono se afirma en la justicia» (Proverbios 16:12).
El emperador romano Nerón nació en Anzio, Lacio, en el año 37 d.C. Fue el último de la dinastía Julio-Claudia, hijo de la segunda mujer de Claudio, Agripina la Joven, de modo que era tataranieto de Augusto. Nerón fue proclamado emperador cuando solo tenía 17 años por la guardia pretoriana, entonces al mando del prefecto Burro. Tanto este como Séneca, el filósofo, influyeron mucho durante los inicios del reinado del joven gobernante. A través de ellos, Agripina fue la verdadera dueña de Roma. Su ambición no conocía límites. Cuando se dio cuenta de que su hijo trataba de evitar las intromisiones de su madre, trató de conspirar contra él. Pero Nerón resultó más sanguinario que su madre y mandó matar a Agripina en el 59 d.C.
Años después, el emperador llegó a ser un tirano despiadado. Solo le interesaba gozar de placeres junto a su caprichosa amante, Popea, quien lo obligó a separarse de Octavia, y luego a matarla en el año 62 d.C. El mismo año, Popea mandó matar a Burro para colocar en su lugar a alguien de su preferencia, Tigelino. Para entonces, Nerón había caído en un despotismo delirante, cometiendo cada vez más brutalidades, incluyendo incendiar la ciudad de Roma para reconstruirla a su gusto (64) y desatar persecuciones contra los cristianos acusándolos de ser culpables del incendio. Lo curioso fue que intentó ganarse al pueblo con espectáculos y regalos en los que arruinó el tesoro imperial. Además, provocó la muerte de Popea, haciéndola abortar de una patada durante un acceso de ira.
En el año 65 d.C. se descubrió un plan para derrocarlo encabezado por Pisón. Nerón no tuvo piedad y ordenó a varios colaboradores, entre ellos Séneca y Petronio, que se suicidaran. Sin embargo, tres años más tarde se levantaron contra él los gobernadores de las Galias (Julio Vindex), la Hispania Citerior (Galba) y de Lusitania (Otón). La rebelión fue apoyada por el senado, quien depuso a Nerón el año 68 d.C. Pero cuando iba a ser arrestado, el emperador ordenó a su secretario que lo matara. Así se inició una pugna por el poder entre cuatro emperadores (Galba, Vitelio, Otón y Vespasiano) que duraría cuatro años.
Un buen liderazgo no puede fundamentarse en la violencia ni la intimidación a los demás. El odio solo engendra más odio. Si utilizas la injusticia, no crecerás como líder. Por eso, la Biblia dice que «el trono se afirma en la justicia».
Hoy ruega al Señor que te ayude a ser una persona justa e íntegra.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Jóvenes 2020 «Una Nueva Versión de Ti» Por: Alejandro Medina Villarreal Colaboradores: Israel Esparza & Ulice Rodriguez