El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.
1 Juan 2:6, RV60.
En el libro El poder de la oración eficaz, Jansen y Gloria Trotman relatan una historia muy interesante sobre la oración (ver p. 48). Cuentan que un joven misionero se sentía frustrado en sus intentos de evangelización porque notaba resistencia por parte de las personas a las que les estaba predicando. Agotado al ver que todos sus esfuerzos por tener un ministerio de éxito eran inútiles, pensó en renunciar y regresar a su país. Antes de poner en marcha su plan de retirada, el joven misionero decidió hablar con un pastor.
—Estoy harto de estas personas —le dijo—. No seguiré preocupándome más por ellos. Que se las apañen solos, porque yo me voy.
—Espera un momento —lo detuvo el pastor, poniendo su mano sobre el brazo del joven—, ¿Acaso ellos lo han clavado a usted en una cruz? —le preguntó.
—No —replicó el joven.
—¿Acaso se han burlado de usted o lo han insultado? —continuó —No —fue nuevamente la respuesta.
—¿Acaso lo escupieron? —vino una pregunta más, —No, claro que no —respondió el joven de nuevo.
—Entonces deben de haber atravesado su costado con una lanza…
El joven comprendió el mensaje que el pastor deseaba comunicarle. Jesús, nuestro ejemplo a imitar, nuestro modelo en todas las cosas, nuestro Maestro sobre todo otro maestro, sufrió enormemente para que nosotras podamos ser salvas. Y, a pesar de todo lo que recibió por parte de la multitud, le pidió a su Padre que perdonara a quienes tan gran agravio le estaban infligiendo. Jesús fue rechazado por aquellos a quienes vino a salvar, y por ellos oró al Padre. Cuánto más debemos orar nosotras por todos, amigos y enemigos, para que sean salvos.
Si nos hacemos llamar «cristianas», nuestro camino en la vida es andar como él anduvo, y qué duda cabe de que la oración fue su modo de caminar. La dependencia total de Dios a través de la oración es el camino que nuestro Maestro traza para nosotras; un camino que es un privilegio, aunque a veces nos resulte difícil verlo así. La eficacia de sus oraciones es incontestable, aunque en una mirada superficial nos pudiera parecer que no. Porque la clave de su oración fue una: «Hágase tu voluntad».