«Te ruego que me des tu bendición y un territorio muy grande, que me ayudes y me libres de males, para que yo no sufra». Y Dios le concedió lo que le había pedido. 1 Crónicas 4:10.
Nuria le pedía a Dios que aquel joven de ojos rasgados fuera algún día su esposo. Julio le pedía que le facilitara poder divorciarse, puesto que no era feliz con su esposa. Mary, por su parte, no deseaba seguir cuidando enfermos para ganarse la vida, y pedía a Dios que le diera otro trabajo. Sin embargo, ninguno de ellos recibió lo que pedía. Por su parte, un niño peruano de siete años le pedía a Jesús que su papá y su mamá pudieran encontrar un trabajo estable, puesto que eran muy pobres. Dios abrió su mano poderosa y les dio un local donde pudieron abrir un pequeño negocio que pronto los sacó de la miseria. ¿Por qué algunas de nuestras peticiones son concedidas por Dios mientras que otras no? Es imposible responder esta pregunta, pero sí podemos reflexionar en ciertos aspectos de la oración que encontramos en la Biblia.
Hay una oración de la cual el mismo pasaje bíblico dice que Dios la respondió; me estoy refiriendo a la oración de Jabes. Decía así: «Te ruego que me des tu bendición y un territorio muy grande, que me ayudes y me libres de males, para que yo no sufra» (1 Crón. 4:10). Jabes le pidió cuatro cosas a Dios en esta breve oración: 1) su bendición, 2) un territorio más grande, 3) la mano divina siempre con él y 4) ser librado del mal. Estas fueron cuatro cosas que el Señor tuvo a bien conceder.
Creo que hay tres aspectos de la oración que hemos de tener siempre presentes:
> «Dios siempre contestará; no siempre según lo esperabais, pero siempre para vuestro bien» (Mensajes para los jóvenes, p. 248). ¿Puedes confiar en esto?
> Dios honra a los que le honran: «Si alguno me sirve, mi Padre lo honrará» (Juan 12:26). ¿Se siente tu Padre celestial honrado por ti? ¿Es la tuya una vida de servicio al Señor?
> «Dios oye nuestras oraciones» (1 Juan 5:15); sin embargo, oír no necesariamente conlleva tener que concedernos lo que en ellas le pedimos. Cumplamos el requisito de guardar sus mandamientos (ver 1 Juan 3:22) y tengamos fe en que él sabe lo que hace.