«También les dijo: ‘Manténganse atentos y cuídense de toda avaricia, porque lo vida del hombre no depende de los muchos bienes que posea’ » (Luc. 12:15, RVC).
Te diré cuándo pierden valor las cosas de esta tierra: cuando tienes que llevarlas a una nueva casa. Luego de empacar la tercera caja llena de los juguetes de tu gato, comienzas a preguntarte: ¿Cómo hemos llegado a tener tantas cosas?
Nuestros armarios están llenos de cosas; nuestros sótanos y garajes están llenos de cosas; y si eres mujer, tus carteras están llenas de cosas. Ahora, con toda honestidad: si tuviera que estar varado en una isla con un solo objeto, votaría por la cartera de mi esposa. Comida, materiales de construcción, suministros médicos… tiene de todo.
La cartera es una idea tan buena que creo que los hombres deberían usarlas también. Los hombres podrían llevar sus posesiones más importantes con ellos dondequiera que vayan: golosinas, un cargador para el celular y quizás un hámster de mascota.
El colegio sería un lugar mejor si los muchachos llevaran carteras. Me imagino a un estudiante diciendo: ”Ey, se acaba de salir un tornillo de mi computadora portátil. ¿Alguien tiene una llave Allen de 6 milímetros?». Entonces, todos los muchachos de la clase comenzarían a revisar sus carteras hasta que alguien encontrara una.
Tengamos cartera o no, todos tenemos muchísimas cosas. Algunas parecen preciosas. Entonces, me pongo a pensar en las entrevistas televisivas a familias que están paradas frente a sus casas destrozadas por un terremoto o un incendio. Siempre dicen: «Sí, lo perdimos todo. Pero no importa, todos estamos a salvo».
Cuando ponemos nuestras relaciones en la balanza y las sopesamos con nuestras posesiones, no hay punto de comparación. Cuanto más fuerte es la relación, más drástica es la devaluación de todo lo que la rodea. Y esa es simplemente otra forma de decir: «Fija tus ojos en Cristo, tan lleno de gracia y amor; y lo terrenal, sin valor será, a la luz del glorioso Señor». Kim