«Y Elcano, su marido, le decía: «Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?»» (l Samuel l: 8).
Ana ofrece un claro ejemplo de síntomas depresivos. El versículo nos dice que esta mujer lloraba, no quería comer y su corazón estaba afligido. También leemos que sufría amargura de alma y ella se describe a sí misma como mujer atribulada de espíritu, con congojas y aflicción (vers. 15). La causa de su mal radicaba en su esterilidad (vers. 5), algo detestable en cualquier mujer de aquella cultura hebrea. Para complicar las cosas, Penina, la segunda esposa de su marido, la irritaba, enojándola y entristeciéndola porque Dios no le había concedido tener hijos (vers. 6).
El dolor psicológico de Ana no era por causa de su maldad. La Biblia la presenta como una mujer religiosa y cercana a Dios. En Patriarcas y Profetas, Elena G. de White explica que Ana era una mujer de piedad fervorosa, de carácter amable y modesto y que se distinguía por una seriedad profunda y una fe muy grande (cap. 55, pp. 553555). También dice White que fue Elcana quien, por falta de fe, decidió tomar una segunda esposa para perpetuar su nombre. La nueva situación familiar causó graves problemas familiares. Ana representa a la mujer buena y temerosa de Dios que sufre depresión sin tener culpa. Hay quienes piensan que los trastornos emocionales sobrevienen porque la persona se ha alejado de Dios y no tiene fe, pero eso es falso la mayoría de las veces y Ana es un ejemplo de ello. En lugar de prejuzgar y acrecentar la culpa y la desesperación del afligido, el Señor nos llama a tenderle la mano como lo hizo Elí en cuanto supo del dolor de Ana.
Pero aún más importante es que Ana acudió a Dios y oró en medio de su pesadumbre, con amargura de alma y llorando desconsoladamente (vers. 10). El resultado fue el advenimiento del niño Samuel quien llegaría a ser uno de los más grandes profetas de Israel. Por supuesto, Ana quedó completamente repuesta de su mal, como queda patente en su oración de agradecimiento, con expresiones de regocijo, alegría y júbilo, dando gloria y honra a Dios y reconociendo su poder por medio de las famosas frases: «Mi corazón se regocija en Jehová, mi poder se exalta en Jehová; mi boca se ríe de mis enemigos, por cuanto me alegré en tu salvación» (l Samuel 2: 1).
Si estás afectado por el desánimo, la tristeza, la melancolía o el abatimiento, ora a Dios aunque sea con llanto y amargura como lo hizo Ana, pues él te concederá resultados sorprendentes como a ella.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2020
«Buena Medicina es el Corazón Alegre»
Por: Julián Melgosa – Laura Fidanza.
Colaboradores: Ricardo Vela & Paty Solares