«He oído además el gemir de los israelitas, a quienes los egipcios han esclavizado, y he recordado mi pacto. Así que ve y diles a los israelitas: «Yo soy el Señor, y voy a quitarles de encima la opresión de los egipcios. Voy a librarlos de su esclavitud; voy a liberarlos con gran despliegue de poder y con grandes actos de justicia. Haré de ustedes mi pueblo; y yo seré su Dios. Así sabrán que yo soy el Señor su Dios, que los libró de la opresión de los egipcios». Éxodo 6: 5-7, NVI
EL PODEROSO DIOS DE ISRAEL es nuestro Dios. En él podemos confiar, y si obedecemos sus requerimientos, actuará a favor nuestro tan poderosamente como lo hizo por su antiguo pueblo. Todo el que procure seguir el camino del deber se verá a veces asaltado por la duda e incredulidad. El camino estará a veces lleno de obstáculos aparentemente insuperables, esto podrá descorazonar a los que cedan al desaliento; pero Dios les dice: Sigan adelante. Cumplan su deber cueste lo que cueste. Las dificultades de aspecto tan formidable, que llenan su alma de espanto, se desvanecerán a medida que, confiando humildemente en Dios, avancen por el sendero de la obediencia.— Patriarcas y profetas, cap. 39, pp. 413-414.
En todo el trato que Dios tuvo con su pueblo, se percibe, entremezclada con su amor y misericordia, la evidencia más sorprendente de su estricta e imparcial justicia. Queda patente en la historia del pueblo hebreo. Dios había otorgado grandes bendiciones a Israel, […] y sin embargo, ¡cuán presta y severa retribución les infligía por sus transgresiones!— Ibíd. , cap. 43, p. 447.
Algunos se dirigen «al único y bendito Soberano, Rey de reyes y Señor de señores, al único inmortal, que vive en luz inaccesible» (1 Tm. 6: 16, NVI), como si se dirigieran a un igual o a un inferior. Hay quienes se comportan en la casa de Dios como no se atreverían a hacerlo en la sala de audiencias de ninguna autoridad terrenal. Esas personas han de recordar que están ante la vista de Aquel a quien los serafines adoran, y ante quien los ángeles cubren «sus rostros» (Isa. 6: 2). […] « ¡Qué lugar más temible es este! ¡Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo!» (Gén. 28: 17, LPH).— Ibíd. , cap. 22, p. 228.
Devocional Vespertino Para 2020. «Conocer al Dios Verdadero» «PARA FAMILIARIZARNOS CON LO QUE DIOS NOS OFRECE» Por: Elena G. de White Colaboradores: Pilita Mariscal & Martha Gonzalez