“Hagan lo que haga trabajen de buena gana […] conscientes de que el Señor los recompensará con su herencia” (Colosenses 3:23,24).
¿Has comido alguna vez en un restaurante con tu familia? Si es así, ¿los atendió bien el mesero? ¿Le dejó tu familia una propina al mesero por haberlos atendido bien? ¿Esperaba esa persona una recompensa? Cuando ayudas a alguien, ¿piensas en la recompensa que vas a recibir? Habían pasado veinte años desde que Jacob había dejado su casa y su familia. Había trabajado ya veinte años para su tío Labán. Para entonces Lea tenía por lo menos seis hijos varones y una hija. Raquel tenía un hijo, que era José.
Después de que nació José, Jacob le había pedido a Labán que lo dejara regresar a Canaán, pero Labán le había rogado que se quedara.
—Quédate por favor —le había suplicado Labán—. Sé que el Señor me ha bendecido por causa tuya.
Así que Jacob estuvo de acuerdo en quedarse. Y Labán había estado de acuerdo en pagarle por su trabajo. Todas las ovejas y cabras que fueran rayadas, manchadas o moteadas, iban a pertenecer a Jacob. Desde ese día, muchos animales se habían añadido a los rebaños de Jacob. ¡Jacob era ahora un hombre rico!
Los hijos de Labán no estaban muy contentos con eso. Jacob sabía que ellos pensaban que sus rebaños les pertenecían a ellos. Y Jacob sabía también que la actitud de Labán para con él no era como la de antes (Génesis 31:2).
Así que cuando el Señor le dijo a Jacob: “Regresa a la tierra de tus padres”, Jacob supo que era tiempo de partir. Sin decirle nada a Labán, juntó a sus esposas, sus hijos y sus rebaños y se dirigió a Canaán.
Después de tres días, Labán se enteró de que Jacob se había ido. Labán reunió a su familia y fue a seguirlo. Siete días más tarde, Labán alcanzó a Jacob. Esa noche, Dios le dijo a Jacob”.
Al día siguiente, Jacob vio que lo habían alcanzado Labán y sus hombres. Se preocupó mucho al verlos acercarse cada vez más. Sabía que Labán no estaba muy contento con él.
—¿Por qué tenías que salir huyendo de esta manera con mis hijas y nietos? —le reclamó Labán—. ¡No me diste la oportunidad de
despedirme de ellos! ¡Sabes que tengo el poder de hacerte daño! Pero anoche Dios me dijo que no te amenazara*.
—Me fui sin decírtelo porque pensé que tratarías de detenerme. O tal vez me quitarías mis esposas e hijos —le contestó Jacob.
—Labán —siguió diciendo Jacob—, durante veinte años he sido siempre un trabajador fiel. En todo ese tiempo he sido muy diligente al cuidar de tus animales. Nunca me quejé de mi trabajo aun cuando estuviera helando o me quemara el sol. Trabajé durante catorce años para pagar mi dote por tus hijas. Y estos últimos seis años, he trabajado para ganarme mis animales. Durante ese tiempo me has cambiado el salario diez veces. Pero Dios estuvo conmigo. Seguramente me hubieras enviado vacío, pero Dios sabe lo duro que he trabajado para ti. Es por eso que habló contigo anoche.
—Jacob —le dijo Labán enérgicamente—, de alguna manera, todo lo que tienes lo has recibido a través de mí. Estas son mis hijas y estos son mis nietos. Los animales que tienes vinieron de mis rebaños. Pero no sería correcto quedarme con mis hijas y los hijos que les han nacido —la voz de Labán sonaba menos ruda ahora—. Vamos a hacer un tratado de paz —le ofreció a Jacob.
Y Jacob aceptó.
Así que ambas familias formaron un gran montón con varias piedras.
—Este montón de piedras es testigo entre nosotros —dijo Labán—. No pasaré adelante de esta pila de piedras para hacerte daño. Y tú no la pasarás para hacerme daño a mí.
—No te haré ningún daño y tú tampoco me harás daño —repitió Jacob la promesa.
Entonces los dos hombres y sus familias se sentaron a comer juntos.
Muy temprano, a la mañana siguiente, Labán besó a sus hijas y a sus nietos. Entonces regresó a su casa. Jacob y su familia continuaron su viaje a Canaán.
Durante muchos años, la gente siguió llamando a ese lugar Mizpa, que significa lugar de bendición. Allí fue donde Labán le dijo a Jacob: ”Que el Señor nos vigile cuando ya estemos lejos el uno del otro” (Génesis 31:49).
Jacob sirvió a Labán por mucho, mucho tiempo, aun cuando Labán no lo trataba bien. Dios iba a recompensar a Jacob por un trabajo bien hecho. De la misma manera, podemos estar dispuestos a ser buenos y fieles trabajadores. Y Dios se encargará de nuestra recompensa.
Mensaje: El servicio de amor se hace bien y sin esperar una recompensa.
Lección de Escuela Sabática para PRIMARIOS.
4to. trimestre 2020 “Génesis 30:25-43; 31; Patriarcas y profetas, cap. 17, pp. 168-172.”
Lección 3: «UNA NUEVA HUIDA»
Colaboradores: Melany Valero & Antonio Orellana