Durante las peregrinaciones en el desierto, el Señor había tomado amplias disposiciones para que sus hijos recordasen las palabras de su ley. Después que se establecieran en Canaán, los preceptos divinos debían repetirse diariamente en cada hogar; debían escribirse con claridad en los dinteles, en las puertas y en tablillas recordativas. Debían componerse con música y ser cantados por jóvenes y ancianos. Los sacerdotes debían enseñar estos santos preceptos en asambleas públicas, y los gobernantes de la tierra debían estudiarlos diariamente. El Señor ordenó a Josué acerca del libro de la ley: «Antes de día y noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito: porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien», Josué l:8 (Profetas y reyes, p. 342).
Cuando comience el juicio y todos sean juzgados por las cosas escritas en los libros, la autoridad de la ley de Dios será considerada en una luz completamente diferente de la que ahora existe en el mundo cristiano. Satanás ha cegado los ojos de ellos y ha confundido su entendimiento, así como confundió y cegó a Adán y a Eva y los indujo a la transgresión. La ley de Jehová es grande, así como su autor es grande. En el juicio será reconocida como santa, justa y buena en todos sus requerimientos. Los que quebrantan esa ley, comprenderán que tienen una seria cuenta que arreglar con Dios, pues las exigencias de Dios son decisivas (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 997).
Dios exige en este tiempo precisamente lo que demandó de la santa pareja en el Edén: perfecta obediencia a sus mandatos. Su ley permanece inmutable en todos los siglos. La gran norma de justicia presentada en el Antiguo Testamento no es rebajada en el Nuevo Testamento. La obra del evangelio no es debilitar las exigencias de la santa ley de Dios, sino elevar a los hombres hasta el punto donde puedan guardar sus preceptos.
La fe en Cristo que salva el alma no es lo que presentan muchos. «Cree, cree ‑es su clamor‑, solamente cree en Cristo y serás salvo. Eso es todo lo que tienes que hacer». La verdadera fe confía plenamente en Cristo para la salvación, pero al mismo tiempo inducirá a una perfecta conformidad con la ley de Dios. La fe se manifiesta mediante las obras. Y el apóstol Juan declara: «El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso»…
Es imposible que exaltemos la ley de Jehová a menos que nos aferremos de la justicia de Jesucristo (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, pp. 1072, 1073).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
4to. trimestre 2020 “LA EDUCACIÓN”
Lección 3: «LA LEY COMO EDUCADORA» Colaboradores: Rosalyn Angulo & Esther Jiménez