«Háganlo todo sin quejas ni contiendas, para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento»(Fil. 2:14, 15).
Esta es la historia de un sofá envenenado. No sabíamos que era peligroso cuando lo compramos. Solo sabíamos que se veía lindo y que era italiano. Los mejores sofás son italianos; así como la mejor comida es italiana… al menos a mi modo de ver.)
La tienda de muebles ya no tenía disponible el sofá que queríamos, pero tenían un sofá usado que era del mismo color y estilo. El contorno de un perro grande había quedado marcado permanentemente en el sofá, pero teníamos tantas ganas de tener un sofá italiano que nos lo llevamos a casa de todas formas.
Lo pusimos en la sala de estar, donde se veía bien si no te fijabas en la gran marca redonda del perro. Por ese entonces, me resfrié. Bueno, yo pensé que era un resfrío. Me chorreaba la nariz y me picaban los ojos. Lo mismo le ocurría a toda mi familia. Entonces, comenzamos a sospechar del nuevo sofá. Lo movimos al garaje y nuestros resfriados desaparecieron.
Quizás estés cerca de personas que son como ese sofá: te están haciendo mal y no sabes por qué. Esto puede suceder si pasas tiempo con personas que se quejan mucho, Cuando esos chicos hablan mal de sus amigos o de sus profesores, inconscientemente tú empezarás a hacer lo mismo. Comenzarás a sentirte enojado y frustrado, como ellos. Los científicos llaman a esto «reflejo neuronal».
Piénsalo de esta forma: si una persona estuviera fumando, ¿te sentarías allí toda la tarde inhalando el humo? Te distanciarías, ¿verdad? Deberías hacer lo mismo con los quejosos. Estar entre personas que se pasan el día quejándose es como sentarse en un sofá envenenado: no importa cuán bonito sea, te hará sentir mal. Kim