Tanto en el culto en público como en privado, es privilegio nuestro doblegar las rodillas ante el Señor cuando le ofrecemos nuestras peticiones. Jesús, nuestro modelo, “puesto de rodillas oró”.
1 Acerca de sus discípulos está registrado que también oraban “puestos de rodillas”.
2 Pablo declaró: “Doblo mis rodillas al Padre de nuestro Señor Jesucristo”.
3 Al confesar ante Dios los pecados de Israel, Esdras estaba de rodillas. Daniel “se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios”.
4 La verdadera reverencia hacia Dios es inspirada por un sentimiento de su grandeza infinita y de su presencia. Y cada corazón debe quedar profundamente impresionado por este sentimiento de lo invisible. La hora y el lugar de oración son sagrados, porque Dios está allí; y al manifestarse la reverencia en la actitud y la conducta, se ahondará el sentimiento que inspira. “Santo y temible es su nombre”,5 declara el salmista. Los ángeles se velan el rostro cuando pronuncian su nombre. ¡Con qué reverencia, pues, deberíamos nosotros, que somos caídos y pecaminosos, tomarlo en los labios! Sería bueno que jóvenes y ancianos meditasen en esas palabras de la Escritura que demuestran cómo debe ser considerado el lugar señalado por la presencia especial de Dios. “Quita tu calzado de tus pies—ordenó Dios a Moisés desde la zarza ardiente—, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es”.6 Jacob, después de contemplar la visión de los ángeles, exclamó: “Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía”.7 .—Obreros Evangélicos, 187, 188.
1 Lucas 22:41.
2 Hechos 21:5.
3 Efesios 3:14.
4 Daniel 6:10.
5 Salmos 111:9.
6 Éxodo 3:5.
7 Génesis 28:16.