La Biblia da instrucciones explícitas referentes a la importancia de la educación de los hijos: «Oye, Israel: Jehová es nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como un recordatorio ante tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas». Deuteronomio 6:4-9…
Aquí se exponen claramente los deberes de los padres. La Palabra de Dios ha de ser su monitor diario. La instrucción que da es tal que los padres no necesitan errar con respecto a la educación de sus hijos; pues no da lugar a ninguna indiferencia o negligencia. La ley de Dios ha de mantenerse ante la mente de los hijos como la gran norma moral. Al levantarse, al sentarse, al salir y al entrar, esta ley ha de enseñárseles como la gran regla de la vida y sus principios han de entretejerse con su experiencia. Ha de enseñárseles a ser honrados, veraces, temperantes, económicos y esmerados, y a amar a Dios de todo corazón. Esto es lo que significa criarlos en disciplina y amonestación del Señor. Esto es lo que significa colocar sus pies en el sendero del deber y la seguridad (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 307, 308).
Cuanto más nobles sean los propósitos que animen a los padres, cuanto más elevadas sus dotes intelectuales y morales, cuanto más desarrolladas sus facultades físicas, mejor será el equipo que para la vida den a sus hijos. Cultivando en sí mismos las mejores prendas, los padres influyen en la formación de la sociedad de mañana y en el ennoblecimiento de las futuras generaciones.
Los padres y las madres deben comprender su responsabilidad. El mundo está lleno de trampas para los jóvenes. Muchísimos son atraídos por una vida de placeres egoístas y sensuales. No pueden discernir los peligros ocultos o el fin temible de la senda que a ellos les parece camino de la felicidad. Cediendo a sus apetitos y pasiones, malgastan sus energías, y millones quedan perdidos para este mundo y para el venidero. Los padres deberían recordar siempre que sus hijos tienen que arrostrar estas tentaciones (El ministerio de curación, p. 287).
Los padres son los primeros maestros de sus hijos, y mediante las lecciones que les imparten son educados a la par que sus hijos…
Presenta a Cristo ante sus hijos constantemente por medio de cantos a su gloria, buscándolo en oración, leyendo su Palabra, para que ellos lo vean como el Huésped siempre presente. Entonces lo amarán, y serán llevados a una unión tan estrecha con él que respiran su Espíritu. Experimentarán una relación nueva los unos con los otros en Cristo (In Heavenly Places, p. 209; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 211)
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
4to. trimestre 2020 “LA EDUCACIÓN”
Lección 2: «LA FAMILIA» Colaboradores: Rosalyn Angulo & Esther Jiménez