La herencia que Dios prometió a su pueblo no está en este mundo. Abraham no tuvo posesión en la tierra, “ni aun para asentar un pie”. Hechos 7:5. Poseía grandes riquezas y las empleaba en honor de Dios y para el bien de sus prójimos; pero no consideraba este mundo como su hogar. El Señor le había ordenado que abandonara a sus compatriotas idólatras, con la promesa de darle la tierra de Canaán como posesión eterna; y sin embargo, ni él, ni su hijo, ni su nieto la recibieron. Cuando Abraham deseó un lugar donde sepultar sus muertos, tuvo que comprarlo a los cananeos. Su única posesión en la tierra prometida fue aquella tumba cavada en la peña en la cueva de Macpela.
Pero Dios no faltó a su palabra; ni tuvo esta su cumplimiento final en la ocupación de la tierra de Canaán por el pueblo judío. “A Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente”. Gálatas 3:16. Abraham mismo debía participar de la herencia. Puede parecer que el cumplimiento de la promesa de Dios tarda mucho; pues “un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día”; puede parecer que se demora, pero al tiempo determinado “sin duda vendrá; no tardará”. 2 Pedro 3:8; Habacuc 2:3 (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 166, 167).
Este absorta vuestra alma meditando en las gloriosas verdades contenidas en la Palabra de Dios y no estaréis deseando constantemente algo que no tenéis. Despreciaréis los pensamientos triviales y vanos. Siempre estaréis tratando de alcanzar el elevado nivel de virtud y santidad que se os presenta en el evangelio. Buscaréis mayores logros en la vida divina. Conversad con Dios por medio de su Palabra. Esto ennoblecerá vuestra naturaleza.
Al contemplar el alto ideal que él ha colocado ante vosotros, os mantendréis muy arriba, en una atmósfera pura y santa, en la misma presencia de Dios. Cuando moráis aquí, saldrá de vosotros una luz que ilumina a todos los que se relacionan con vosotros (In Heavenly Places, p. 161; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 163).
Sus mandamientos y su gracia están adaptados a nuestras necesidades, y sin ellos no podemos ser salvos, no importa qué hagamos. Requiere una obediencia que él pueda aceptar. La ofrenda de bienes, o cualquier otro servicio, sin la participación del corazón, no será aceptado. La voluntad debe ser sometida a él. El Señor requiere de ustedes una mayor consagración, una mayor separación del espíritu y la influencia del mundo.
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. 1 Pedro 2:9. Cristo los ha llamado a ser sus seguidores, a imitar su vida de abnegación y sacrificio, a interesarse en la gran obra de la redención de la especie caída… Cristo es su modelo. Lo que les falta es amor. Este puro y santo principio distingue el carácter y la conducta de los cristianos frente a los mundanos. El amor divino tiene una influencia poderosa y purificadora. Sólo se lo encuentra en los corazones renovados, y entonces fluye naturalmente hacia nuestros semejantes (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 153).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
4to. trimestre 2020 “LA EDUCACIÓN”
Lección 4: «LOS OJOS DE JEHOVÁ: LA COSMOVISIÓN BÍBLICA» Colaboradores: Rosalyn Angulo & Esther Jiménez