Dios da naturalmente porque su naturaleza es amar. Al principio, Dios se reveló en cada aspecto de la creación, desde el átomo más pequeño hasta la galaxia más grande. Todo testifica de su gran poder, sabiduría y amor. Pero fue Cristo el que desenrolló los cielos y estableció los fundamentos de la tierra: «En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él» (Juan 1: 1-3). Fue Cristo mismo el que escribió el nombre del Padre en todo lo que creó. Lo hizo porque la naturaleza del amor es dar.
Luego de que el pecado estropeó la imagen de Dios en la creación, la cultura del cielo no cambió. Incluso ahora, la naturaleza aún conserva ese aspecto de la abnegación divina. La precipitación que cae sobre las montañas no se detiene, sino que pasa a través de los valles como caminos de agua vibrantes que bendicen a las plantas y los animales. Las flores dan su fragancia; los árboles comida y refugio; los pájaros cantan para que los que los oyen disfruten. Lo único que vive para sí mismo es el corazón egoísta en la humanidad.
Del mismo modo, los ángeles no caídos son enviados constantemente por el orden divino para cuidar a la humanidad caída. Con paciencia desinteresada y gran cuidado, llevan a la humanidad a experimentar un grado de comunión con Dios que supera el que ellos mismos pueden experimentar. Sin embargo, cuando se trata de expresar su amor por nosotros, Dios va más allá de la naturaleza y los ángeles. Nos muestra a Emanuel, Dios con nosotros.
La naturaleza del cambio
Para cumplir el plan de salvación, Jesús pudo haber asumido momentáneamente sobre sí mismo la naturaleza de la humanidad, morir en la cruz y regresar a lo que era antes de su encarnación. Sin embargo, «por su vida y su muerte, Cristo logró aun más que restaurar lo que el pecado había arruinado. Era el propósito de Satanás conseguir una eterna separación entre Dios y el hombre; pero en Cristo llegamos a estar más íntimamente unidos a Dios que si nunca hubiésemos pecado. Al tomar nuestra naturaleza, el Salvador se vinculó con la humanidad por un vínculo que nunca se ha de romper. A través de las edades eternas, queda ligado con nosotros» (El Deseado de todas las gentes, cap. 1, pp. 16-17). Dios nos dio a su Hijo, no se limitó a prestárnoslo. Refiriéndose a sí mismo, Dios dijo: «Yo soy el Señor y no cambio» (Mal. 3: 6, NTV). Si bien su carácter nunca cambia, su naturaleza de e hecho cambió para siempre para la salvación de la humanidad y su eterna conexión con la divinidad.
La naturaleza del amor
Hablando del amor de Dios por nosotros, Juan nos invita a contemplarlo (1 Juan 3: 1) en lugar de simplemente entenderlo. Es imposible comprender cómo un Dios desinteresado puede estar dispuesto a adoptar a seres que son tan diferentes a él. «Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rom. 5: 8, NVI). «En Cristo, la familia de la tierra y la familia del cielo están ligadas. Cristo glorificado es nuestro hermano. El cielo está incorporado en la humanidad, y la humanidad, envuelta en el seno del Amor Infinito» (El Deseado de todas las gentes, cap. 1, p. 17).
La locura del amor de Dios es que él estuvo dispuesto a darnos a su Hijo, cambiar su naturaleza y luego adoptar a la humanidad en el Hijo, al punto de que un tercio de la Deidad tiene ahora una representación divina-humana. Eso es amor.
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Medita en Lucas 10: 25-37 nuevamente y fíjate dónde puedes ver a Jesús.
¿Cómo, su amor sublime, te inspira a dar, cambiar y amar a los demás de una manera superior?
¿Qué te está diciendo Dios a través de estos textos?
¿De qué manera diferente o nueva puedes ver a Jesús ahora?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2020.
4to trimestre 2020 “Los Principios De La Educación”
Lección 5: «LA ABNEGACIÓN ES LA BASE DE TODO VERDADERO CRECIMIENTO«
Colaboradores: Hidai Juarez S & Misael Morillo