Mientras que los dos primeros capítulos de Génesis se enfocan en Dios como el tema principal, el tercer capítulo se enfoca en el intento de Adán y Eva por crear. Los vemos juntando hojas de higuera y esforzándose por crear unas túnicas que cubrieran su desnudez de injusticia. Incapaz de cubrir su desnudez, Adán le dice a Dios: «Escuché que andabas por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí» (Gén. 3: 10). Cuando Dios reemplaza los delantales que se habían hecho ellos mismos por abrigos de pieles, Génesis destaca el detalle de que los hizo para ambos (Gén. 3: 21), y los vistió a los dos.
Cuando Dios creó a Adán y a Eva, ellos se entregaron espontáneamente a él porque confiaron en su sabiduría, su poder y su amor. Y como sabían que era infinitamente más sabio, más poderoso y todo amor, confiar en él, como era de esperarse, no representó ningún esfuerzo. Es importante tener en cuenta que lo que diferencia a Dios de nosotros es su monopolio sobre estas tres virtudes distintivas: sabiduría, poder y amor. Además, sobre estas tres cualidades descansa la estabilidad de todo el universo. Si a Dios le faltara una pizca del poder, la sabiduría o el amor, las repercusiones en el universo serían inimaginables.
Antes del primer pecado de Adán y Eva, ellos vivían felices en armonía con Dios. Esta armonía dependía de su completa obediencia a Dios en base a las tres cualidades infinitas. La unidad entre lo humano y lo divino era tan pronunciada, que cuando se le pidió a Adán que eligiera nombres para los animales creados, Dios aprobó sin objeciones cada una de sus elecciones (Gén. 2:20). En la cosmovisión de Adán y Eva, Dios era perfecto, y su perfección infinita era la base de la unidad, la felicidad y la confianza.
En Génesis 3, sin embargo, encontramos a Satanás presentando una interpretación nueva y conflictiva de la realidad. Mientras que Dios dijo del árbol del conocimiento del bien y del mal: «El día que de él comas, ciertamente morirás» (Gén. 2: 17, NVI), Satanás dijo: «No es cierto. No morirán» (Gén. 3 : 4). Si Dios se hubiera equivocado, aunque fuera de la manera más leve, habría sido para siempre indescifrable. Así que en el árbol del conocimiento del bien y del mal había mucho en juego.
Satanás no solo estaba acusando a Dios de estar equivocado, sino también de ser malo: «Dios sabe que, en cuanto coman del fruto, se les abrirán los ojos y serán como Dios, con el conocimiento del bien y del mal» (Gén. 3: 5, NTV). Satanás le insinuó a Eva que Dios deliberadamente les estaba impidiendo lograr tres cosas:
abrir los ojos,
ser ellos mismos una especie de dioses y
conocer el bien y el mal.
Las palabras de Satanás implicaban que Adán y Eva
hasta ahora habían sido engañados,
se les había impedido alcanzar su máximo potencial y
carecían de un conocimiento completo.
Cuando Eva «tragó» las semillas de la duda que Satanás había «sembrado» en ella respecto al carácter de Dios, cambió toda su cosmovisión. Llegó el momento en que «vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría» (Gén. 3:6). La humanidad vive hoy bajo la misma filoso fía de juzgar por la vista.
Tenemos la tendencia a encontrarle sentido al mundo que nos rodea por medio de nuestros sentidos, en lugar de a través de la Palabra de Dios, porque confiamos en nosotros mismos más de lo que confiamos en el carácter de Dios. ¡Este es un golpe catastrófico para la educación!
No obstante, a Dios no lo tomó desprevenido el feroz ataque de Satanás contra la comunión entre él y sus hijos. Él les dio a Adán y Eva en su estado caído el tremendo regalo de Jesucristo (ver Gén. 3: 15; Juan 3:16). En el Hijo de Dios tenemos ahora e[regalo de la fe, que viene a ser la respuesta al estado pecaminoso de la humanidad y la solución para el propósito educativo de Dios.
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Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2020. 4to trimestre 2020 “Los Principios De La Educación” Lección 3: «CONOCE A DIOS COMO TU REDENTOR« Colaboradores: Hidai Juarez S & Misael Morillo