Lección Menores 2020 Para el: 10 octubre
VERSÍCULO PARA MEMORIZAR
“Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Marcos 9:35)
MENSAJE: En toda circunstancia podemos encontrar formas de servir a otros
¿Te has encontrado alguna vez en una situación en la que lo único que deseabas era estar satisfecho, abrigado y seco? Pablo y sus compañeros de navegación se encontraban en esa situación. Pero Pablo sabía que alguien tenía que tomar la iniciativa; de modo que aunque solo era un prisionero, así lo hizo. Lee el relato que Lucas hace de lo que sucedió en esa ocasión. (Textos clave y referencias: Hechos 28:1-10; Los hechos de los apóstoles, cap. 42, pp. 331, 332.)
Después que nuestro barco encalló, el centurión ordenó que todos bajaran. Pablo y yo nos aferramos a unas maderas que flotaban y dejamos que las olas nos arrastraran hacia la playa. Cuando salimos del agua mojados y helados hasta los huesos, vimos a un grupo de personas que se adelantaba hacia nosotros. Le dije a Pablo que esperaba que fueran amistosos. Lo fueron. Nos dieron la bienvenida y nos dijeron el nombre de su isla: Malta. Los isleños hicieron una fogata en un lugar protegido del viento, para que nos secáramos la ropa y nos calentáramos. Pablo, solícito como de costumbre, a pesar del frío y de que su ropa estaba mojada, ayudó a juntar leña para el fuego. Cuando lanzó leña al fuego, una víbora venenosa lo mordió y quedó colgando de su mano. Los isleños comentaron: —Este hombre ciertamente es homicida. Escapó del mar, pero la justicia no lo deja vivir. Cuando Pablo se sacudió la víbora y ésta cayó a las llamas, él siguió calentándose como si nada hubiera sucedido. Los isleños lo observaban con atención. Pero no sucedió nada. Cuando sus predicciones no se cumplieron, comentaron con entusiasmo que ese hombre debía ser un dios. Uno de los presentes se alejó del grupo y no volvió. Pero pronto vino un servidor de alguien importante que nos invitó a su casa. Se llamaba Publio. Descubrimos que era la autoridad máxima de la isla de Malta. Publio nos recibió amablemente. Sus siervos nos ayudaron a bañarnos y nos trajeron ropa seca. Luego nos sirvieron alimentos exquisitos. Pablo comió bien. Publio quiso hablar con nosotros después que comimos. Habló directamente con Pablo acerca de su experiencia con la víbora. Quería saber si era cierto que no lo había afectado. Cuando Pablo replicó que era verdad, Publio le preguntó si era cierto que era un dios. Pablo, por supuesto, se valió de esa oportunidad para dar a conocer a Publio al Dios verdadero. Mientras Pablo seguía hablando con él, Publio escuchaba cortésmente. Parecía que eso le resultaba interesante. Hizo varias preguntas. Nos quedamos con él tres días gloriosos. La última noche que pasamos en su casa, durante la cena, escuchamos que alguien se acercaba rápidamente detrás de nosotros. Pablo hablaba, pero Publio lo interrumpió levantando la mano. Un siervo habló al oído de su amo. Cambió la expresión de la cara de Publio. Se puso ansioso. Se levantó abruptamente y salió. Uno de los servidores nos informó que el padre de Publio había estado enfermo con fiebre y disentería. Los médicos no habían podido sanarlo y ahora estaba agonizando. Pablo preguntó a otro servidor si podíamos verlo. Luego el primer servidor vino a buscarnos. Cuando llegamos vimos que Publio estaba arrodillado junto a la cama donde yacía su padre. Era evidente que el hombre estaba muriendo. Publio nos agradeció por haber venido. Pablo le dijo que deseaba orar por su padre. Publio pensó un momento. Preguntó si Pablo oraría al Dios viviente. Cuando Pablo le dijo que sí, él accedió. Pablo se arrodilló junto al lecho y colocó sus manos sobre las del padre. Hizo una oración sencilla pidiendo su sanamiento. El padre de Publio abrió los ojos y se sentó. Luego echó las cobijas hacia atrás y se levantó. Le brillaba la cara. Los servidores miraban embelesados. Publio presentó a su padre a Pablo como el que lo había sanado. Pablo comenzó a protestar, pero las expresiones de agradecimiento ahogaron sus palabras. Pablo volvió a dirigir su atención hacia el Dios viviente como el que había obrado la curación. La noticia del sanamiento pronto se esparció por la isla. La gente llegó buscando a Pablo. Cuando estuvimos preparados nuevamente para irnos, tres meses después, muchas personas habían sido sanadas. Y casi todos habían oído el Evangelio de Jesucristo. Nada nos hizo falta mientras vivimos en la isla. Cuando llegó el momento de embarcarnos, los isleños dieron a la tripulación, a los prisioneros y a los pasajeros todo lo que era necesario para completar nuestro viaje. Mientras observaba cómo Pablo servía a la gente de Malta a pesar de su condición de prisionero y de su salud delicada, llegué a la conclusión de que es posible servir a Dios y al prójimo, no importa cuáles sean las circunstancias.
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Lección de Escuela Sabática para MENORES.
4to. trimestre 2020
Lección 3: «¡HOMBRE AL AGUA!»
Colaboradores: Danna Valero & Antonio Orellana
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