El padre es el sacerdote y protector del hogar. La madre es la maestra de los, pequeños desde su niñez, y la reina del hogar. Ella no debe ser descuidada. Nunca deberían serle dirigidas palabras descuidadas e indiferentes ante los niños. Ella es su maestra. En pensamiento y palabra y obra el padre ha de revelar la religión de Cristo, para que sus hijos puedan ver claramente que él tiene conocimiento de lo que significa ser cristiano… (Reflejemos a Jesús, p. 170)
Aarón se destacaba por su piedad y utilidad, pero descuidó la disciplina de su familia. En vez de cumplir el deber de demandar el respeto y la reverencia de sus hijos, les permitió seguir sus inclinaciones. No los disciplinó para que fueran abnegados, sino que cedió a sus deseos. No fueron disciplinados para respetar y reverenciar la autoridad paterna. El padre era el justo soberano de su familia mientras viviera. Su autoridad no debía cesar, aun después que sus hijos crecieran y tuvieran sus propias familias. Dios mismo era el monarca de la nación, y reclamaba obediencia y honor del pueblo (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 324).
Deben preparar al niño desde antes de su nacimiento para predisponerlo a pelear con éxito las batallas contra el mal.
Esta responsabilidad recae principalmente sobre la madre, que con su sangre vital nutre al niño y forma su armazón física, le comunica también influencias intelectuales y espirituales que tienden a formar la inteligencia y el carácter. Jocabed, la madre hebrea de fe robusta y que no temía «el mandamiento del rey» (Hebreos l l:23), fue la mujer de la cual nació Moisés, el libertador de Israel. Ana, la mujer que oraba, abnegada y movida por la inspiración celestial, dio a luz a Samuel, el niño instruido por el Cielo, el juez incorruptible, el fundador de las escuelas sagradas de Israel. Elisabet, la parienta de María de Nazaret y animada del mismo espíritu que esta, fue madre del precursor del Salvador (El ministerio de curación, pp. 287, 288).
Los padres y las madres tienen a su cargo la obra especial de enseñar a sus hijos con bondad y afecto. Deben demostrar que como padres son los que sujetan las riendas, que gobiernan, y que no son gobernados por sus hijos. Deben enseñar que de cada uno se requiere obediencia…
Los niños necesitan… ser instruidos, ser guiados por las sendas seguras, ser mantenidos fuera del vicio, ser ganados por la bondad, y ser confirmados en el bien hacer.
Padres y madres, tenéis una obra solemne que realizar. La salvación eterna de vuestros hijos depende de vuestra conducta. ¿Cómo educaréis con éxito a vuestros hijos? No reprendiéndolos, porque no hará ningún bien. Hablad a vuestros hijos como si tuviérais confianza en su inteligencia. Tratadlos con bondad, ternura y amor, Decidles lo que Dios espera que hagan. Decidles que Dios desea que se eduquen y se preparen para ser obreros con él. Cuando hagáis vuestra parte, podéis confiar que el Señor hará su parte (Conducción del niño, p. 31).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
4to. trimestre 2020 “LA EDUCACIÓN”
Lección 2: «LA FAMILIA» Colaboradores: Rosalyn Angulo & Esther Jiménez