“Hay amigos más fieles que un hermano” (PROVERBIOS 18:24)
¿Sin ayuda no puedes hacer muchas cosas por ti mismo. Cuando necesitas que alguien te ayude siempre es bueno tener un amigo que lo haga. Pero, ¿te parece que tus amigos, harían un agujero en el techo para ayudarte?
No se necesitó mucho tiempo para que se esparciera la noticia. Pronto se escuchó por todas partes que Jesús podía sanar a los enfermos. Por dondequiera que iba, grandes multitudes venían a escuchar sus enseñanzas y a ser sanados.
Un día, Jesús estaba enseñando en una casa. Muchas personas habían venido para escucharlo. Muchos de ellos eran importantes maestros que habían acudido de todas partes del país. Todos ellos se aglomeraban muy cerca de Jesús. También otras personas habían venido para ver a Jesús. Ellos habían venido para que los sanara. Sin embargo, como la casa estaba tan llena, no podían entrar. Así que no podían acercarse a Jesús para pedirle ayuda.
Uno de aquellos enfermos estaba paralítico. No podía caminar. Ni siquiera podía moverse. Estaba allí porque tenía amigos que lo habían traído en su camilla. ¡Pero había tanta gente en la casa que no habían podido entrar! ¿Qué podían hacer?
Los amigos de aquel hombre no se iban a dar por vencidos. Estaban decididos a llevarlo para que viera a Jesús, aun cuando la multitud se los impedía. Uno de ellos tuvo una idea.
Lo siguiente que supo el paralítico fue que lo estaban levantado hasta el techo de la casa. Sus amigos ataron cuerdas de cada esquina de la camilla donde estaba acostado. ¡Luego empezaron a quitar las tejas del techo! ¡Y antes de que el paralítico se diera cuenta, lo estaban bajando a través de un agujero en el techo, mientras permanecía acostado en su camilla! Y lo bajaron en medio de la multitud, exactamente frente a Jesús.
Jesús sabía lo que aquel hombre quería. Deseaba que lo perdonara y lo sanara. Él sabía lo que sus amigos estaban pensando. Ellos querían que sanara a su amigo y creían que Jesús
podía sanarlo. Jesús sabía que los amigos del hombre habían trabajado mucho para ayudarlo.
El hombre, que no podía ni siquiera sentarse por sí mismo, observó a Jesús. Ni siquiera necesitó pedirle que lo sanara. Jesús le dijo:
“Estás perdonado. Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.
Inmediatamente el hombre saltó. Agarró su camilla, y corrió rumbo a su casa alabando a Dios. Pronto todos escucharon que Jesús había sanado al hombre enfermo. Dondequiera que iba Jesús, numerosas personas venían para escuchar sus enseñanzas y muchos venían para que los sanara.
Jesús quiere que tú también ayudes a otros.
Lección de Escuela Sabática para Jardín de Infantes.
4to. trimestre 2020 SERVICIO
Lección 3: «EL AGUJERO EN EL TECHO»
Colaboradores: Emmanuel Tapia & Antonio Orellana