Textos clave y referencias:
2 Samuel 11; Patriarcas y profetas, cap. 71, pp. 707-711. Versículo para Memorizar:
«El Señor aborrece a los mentirosos, pero mira con agrado a los que actúan con verdad»
(Proverbios 12: 22). Mensaje:
Tratamos a otras personas con respeto cuando somos honrados y no nos aprovechamos de ellas.
Era primavera, la estación en que los reyes salían a hacer la guerra. Israel estaba en guerra con los amonitas. Mientras Joab, comandante del ejército israelita, y todas las fuerzas bélicas sitiaban una ciudad, el rey David regresó a Jerusalén. Un día, a la caída de la tarde, David se levantó de su lecho y caminó por la terraza de su palacio. Desde allí vio a una mujer muy hermosa que se estaba bañando en el exterior de su casa. Envió a un servidor a averiguar quién era.
Pronto supo que se trataba de Betsabé, esposa de Urías heteo, uno de los oficiales más valientes y leales de David. David ordenó que la llevaran a su palacio. El rey durmió con ella y después la envió de vuelta a su hogar.
Al cabo de un tiempo, Betsabé envió un mensaje a David diciéndole que estaba embarazada. ¡El rey se había metido en dificultades! Sabía que había hecho mal, pero si lo reconocía públicamente, no había forma de saber lo que sucedería. La ley prescribía la muerte de los adúlteros. Si Urías se enteraba, hasta podría él mismo dar muerte al rey. Y peor aún, hasta podría dirigir a todo el país en una revuelta contra él.
En lugar de admitir su debilidad y volverse a Dios, David continuó haciendo las cosas a su manera y con su poder. Decidió hacer volver a Urías del campo de batalla para que pasara algunos días en compañía de su esposa. Era posible que nadie se enterara de que aquel hijo había sido engendrado por David.
El pérfido plan de David se llevó a cabo con un mensaje enviado a Joab en el que David le pedía que le enviara a Urías.
Cuando Urías llegó a la corte, David le hizo creer que necesitaba un informe especial de lo que estaba sucediendo en la guerra. Después que Urías presentó su informe, David lo instó a que fuera a su hogar para que se bañara y descansara.
Pero Urías no quiso ir a su hogar, sino que durmió con los servidores y los guardias del palacio. Cuando David se enteró, le preguntó por qué no había dormido en su propia cama. El leal soldado respondió que no había podido ir a su hogar para disfrutar de sus comodidades mientras Joab y los soldados estaban acampados.
David intentó nuevamente hacer que Urías fuera a su hogar.
—Quédate en la ciudad un día más. Me imagino que estarás muy cansado —insistió el rey—. Esta noche ven a cenar conmigo.
Urías bebió y quedó en estado de ebriedad durante la comida. Pero tampoco fue a su hogar la segunda noche. El engañoso plan de David no había resultado.
A la mañana siguiente, David escribió un mensaje a Joab, el comandante en jefe del ejército, y se lo envió con Urías en un sobre sellado. El mensaje decía: «Envía a Urías a lo más recio de la batalla y luego quítale el apoyo para que sea muerto». Cuanto más trataba David de cubrir su pecado y arreglar las cosas él mismo, tanto más empeoraba la situación.
Joab hizo exactamente como el rey le había ordenado. Mientras el ejército israelita tenía sitiada la ciudad, envió a Urías a lo más peligroso de la batalla. Murieron varios hombres, incluido Urías.
Una vez más se envió un mensaje al rey David por medio de un corredor. Contenía un informe completo de la batalla. Decía que el ejército se había acercado tanto a las murallas de la ciudad que las flechas habían alcanzado y causado la muerte a soldados israelitas. Joab había dicho al mensajero: «Pero si David se enoja por las pérdidas, dile que Urías el heteo era uno de los soldados muertos». El mensajero dio el mensaje, y luego llevó otro a Joab, que decía: «La espada mata tanto a uno como a otro. Intensifica el ataque y destruye la ciudad».
David creyó que había encubierto su pecado. Betsabé, después de un período de duelo por Urías, se casó con David. Mientras David se olvidó de Dios y confió en su propio poder, su adulterio quedó encubierto por el engaño. Era un hombre diferente de lo que había sido en el desierto, cuando Saúl lo perseguía, cuando confiaba totalmente en Dios.