La norma de los justos es apartarse del mal; cuidar la propia conducta es cuidarse uno mismo. Proverbios 16:17.
«Dejé de consumir crack y otras drogas, pero el licor aún me tiene atado. He llegado a beber perfume con tal de consumir alcohol. Quiero irme de nuevo a vivir a la finca; con mi hermano, lejos de mis amigos de la calle, lejos del olor del licor, lejos de la tentación. Voy a intentarlo una vez más». Estas son las palabras de Andrey, un joven indigente atrapado en la droga.
Me lo encontré, una vez más, en marzo del año pasado. Estaba muy mal, como siempre: olía fatal y se veía claramente que estaba bajo los efectos del alcohol. Me contó que había dejado de beber por un tiempo mientras vivía en una finca que su familia tenía en el campo. Allí atendía las vacas y trabajaba para mantener la mente ocupada, pero cuando volvió a la ciudad para celebrar los sesenta años de su madre, sus «amigos» lo volvieron a acercar a la tentación.
«Caí de nuevo, Patricia», me dijo. Y tenía una mirada y la voz tan triste…
Andrey desea salir de la cárcel de la droga, anhela romper los barrotes que lo aprisionan, y sabe intuitivamente que, para ello, debe alejarse de la tentación.
Tiene que ser durísimo vivir encadenado a una adicción, así como es durísimo vivir atada a las cadenas del pecado.
La Biblia, una y otra vez, nos llama a alejarnos del pecado, para seguir viviendo en la libertad que hay en Cristo Jesús. Nos hace llamados como los siguientes: «No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; aparta tu piel del mal» (Prov. 4:27, RV60); «la senda de los rectos es apartarse del mal; el que guarda su camino preserva su alma» (Prov. 16:17, LBLA); «cuando el impío se aparta de la maldad que ha cometido y practica el derecho y la justicia, salvará su vida» (Eze. 18:27, LBLA).
Querida amiga, «he aquí, el temor del Señor es sabiduría, y apartarse del mal, inteligencia», (Job 28:28, LBLA). Por eso, no juegues con fuego. Sé inteligente, apartándote del mal. Y si te falta voluntad porque te atan cadenas del pecado, acude a Cristo. Pídele ayuda divina y busca ayuda humana. Es posible crecer, mejorar, progresar y cambiar con la ayuda del Señor.