Sus corazones estaban sobrecargados con una benevolencia tan plena, tan profunda, de tanto alcance, que los impelía a ir hasta los confines de la tierra, para testificar del poder de Cristo.—Los Hechos de los Apóstoles, 37-38 (1911).
¿Cuál fue el resultado del derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés? Las alegres nuevas de un Salvador resucitado fueron llevadas a las más alejadas partes del mundo habitado […]. La iglesia veía afluir a ella conversos de todas direcciones. Los apóstatas se reconvertían […]. La ambición de los creyentes era revelar la semejanza del carácter de Cristo, y trabajar para el engrandecimiento de su reino.—Los Hechos de los Apóstoles, 39-40 (1911)