Las obligaciones del maestro son pesadas y santas, pero ninguna parte de la obra es más importante que la de cuidar a los jóvenes con tierna y amante solicitud, para que puedan sentir que tenemos amigos en ellos. Una vez que ganamos su confianza, podemos conducirlos, gobernarlos y prepararlos fácilmente. Los santos motivos de nuestros principios cristianos deben ser introducidos en nuestra vida. La salvación de nuestros alumnos es el más elevado interés confiado al maestro temeroso de Dios. Él es un obrero de Cristo, y su especial y determinado esfuerzo debe ser salvar las almas de la perdición y ganarlas para Cristo Jesús. Dios requerirá esto de las manos de los maestros. Cada uno debe llevar una vida de piedad, y pureza, y efectuar un esfuerzo incansable en el desempeño de todo deber. Si el corazón brilla con el amor de Dios, habrá un afecto puro que es esencial, las oraciones serán fervientes, y se darán fieles amonestaciones. Descuídense estas cosas y las almas que están a vuestro cuidado serán colocadas en peligro. Es mejor invertir menos tiempo en dar largos discursos o en el estudio absorbente y atender estos deberes descuidados (Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, pp. 136, 137).
El cristiano resplandecerá como una luz en medio de las tinieblas morales de este mundo. Será tierno de corazón y considerado con los sentimientos del prójimo. La Palabra de Dios nos enseña a ser «prudentes como serpientes, y sencillos como palomas», y es el deber de cada cristiano ponerse bajo la disciplina de las reglas de la Biblia para que pueda ser «como obrero que no tiene de qué avergonzarse». La obra que proceda de las manos de los tales durará tanto como la eternidad. No estará mezclada con los jirones del egoísmo, y no será una obra floja y descuidada (Hijos e hijas de Dios, p. 85).
Siempre debe cultivarse un tierno afecto entre los esposos, entre los padres y los hijos, y entre hermanos y hermanas, Toda palabra apresurada debe ser refrenada, y no debe haber siquiera apariencia de que falte el amor mutuo. Es deber de cada miembro de la familia ser amable y hablar con bondad.
Cultivad la ternura, el afecto y el amor que se expresan en pequeñas cortesías, en palabras y en atenciones solícitas (El hogar cristiano, p. 177).
El habla es uno de los grandes dones de Dios. Es el medio por el cual se comunican los pensamientos del corazón. Con la lengua ofrecemos oración y alabanza a Dios. Con la lengua convencemos y persuadimos. Con la lengua consolamos y bendecimos, aliviando al alma golpeada y herida. Con la lengua podemos dar a conocer las maravillas de la gracia de Dios…
Cuidad el talento del habla porque es un gran poder para el bien tanto como para el mal. No podéis ser demasiado cuidadosos con lo que decís, porque las palabras que emitís muestran qué poder está controlando el corazón. Si es Cristo quien domina allí, vuestras palabras revelarán la belleza, la pureza y la fragancia de un carácter modelado y formado por su voluntad…
Sólo mediante Cristo podemos ganar la victoria sobre el deseo de hablar palabras precipitadas, faltas de cristianismo. Cuando, mediante su poder, rehusamos pronunciar las palabras que Satanás nos sugiere, la planta de amargura de nuestro corazón, se marchita y muere. El Espíritu Santo puede hacer de la lengua, un sabor de vida para vida.
Dios desea que seamos ayuda y Fortaleza los unos a los otros. Desea que hablemos palabras de esperanza y aliento (In Heavenly Places, p. 174; parcialmente En los lugares celestiales, p. 176).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
4to. trimestre 2020 “LA EDUCACIÓN”
Lección 2: «LA FAMILIA» Colaboradores: Rosalyn Angulo & Esther Jiménez