En las aguas donde acostumbraba a pescar, al sur de Australia, Arnoldo encontró a un enorme tiburón blanco atrapado en una red.
En un gesto de valor, el pescador cortó la red y el tiburón volvió a ser libre.
Sin embargo, la historia no quedó allí.
A partir de ese momento, el tiburón empezó a seguir la barca de Arnoldo dondequiera que iba, comportándose como una verdadera mascota. Además, daba grandes saltos en el agua para mostrar su gratitud a su nuevo amigo.
¿Y yo?
Hasta los animales más feroces muestran gratitud hacia aquellos que los tratan bien.
Mi oración para hoy
Jesús, ayúdame a tratar bien a los animales y no hacerles daño.